Es probable que algún memorioso recuerde este dibujo animado que aparecía como relleno en la tevé argentina de hace décadas. En la tira, cada episodio de cinco minutos contaba cómo un perro superinteligente y su mascota humana viajaban en el tiempo y arreglaban las inconsistencia de la Historia. El autor fue un gran humorista, Jay Ward, que trabajaba casi solo con mínima tecnología (hizo también “Rocky y Bullwinkle”, “George de la selva” y “Superpollo”, entre otras).
El personaje fue muy popular pero solo en los EE.UU. Esta adaptación a 3D con toda la tecnología, conserva menos el humor sardónico de Ward que el que surge de la acción y la aventura, aunque conserva ciertos toques de elegancia de la tira original. Pero lo que más pesa es el costado aventurero, dinámico, así como el tema clave de la mayoría del cine apto para todo público de hoy: la familia y sus variantes.
Un perro adopta un niño, una niña tiene padres desaprensivos que o le exigen o se ocupan solo de su trabajo. El niño de papá perro es más “sano” que la nena “normal”, lo que no deja de ser, en tiempos –aun y sobre todo en los EE.UU.– de homofobia, un comentario sobre la realidad. Lo mejor de ese dato es que se contrabandea en la pura diversión y la aventura, lejos de ser una bandera demasiado evidente.