Tintin y la peli de Spielberg
Se dice que Hergé opinaba que Steven Spielberg era “el único que podría hacerle justicia a Tintin”. Hacía poco que el director había estrenado Los cazadores del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981). Desde el grotesco propagandista que signa distintas fases de sus carreras hasta la corrección política con la que han refinado su estilo, ambos autores tienen mucho en común. Han mantenido intacta, a lo largo de su obra, la postura de niños fascinados por lo exótico; sus miradas infantiles, maniqueas, estereotipadoras. La aventura aguarda ante la aparición de lo meramente diferente en la vida de sus héroes: la diferencia es tanto una oportunidad como una amenaza.
Las aventuras de Tintín (The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn, 2011) refiere a varias aventuras del joven trotamundos belga, pero adapta principalmente La Leyenda del Unicornio a modo de marco narrativo. Fiel a una cierta tendencia en el cine de superhéroes, la historia es originaria, y se dedica a establecer personajes y subtramas que sin duda serán importadas ad hoc no bien se dé la luz verde para un tándem de secuelas.
Este primer ciclo sigue a Tintin en busca de un legendario tesoro pirata en compañía del considerable elenco de caricaturas de Hergé (su perro Milou, el capitán Haddock, los detectives Hernández y Fernández, etc.). No están todos presentes, pero el film reserva algunas sorpresas (y probablemente vacantes estelares para la inminente continuación). La historia impulsa a Tintin por tierra, mar y aire, alternando las secuencias de suspenso con las de acción, en pleno ejercicio folletinesco y potencialmente infinito: la aventura ha comenzado mucho antes que la película, y no termina ni pasados los créditos.
La estética linda entre la animación digital y el fotorrealismo analógico que volvió impopulares (y algo perturbadoras) a films como El Expreso Polar (The Polar Express, 2004) y Beowulf: La Leyenda (Beowulf, 2007). Aquí la animación (también captura digital) corre mejor suerte; los personajes son claramente caricaturas, y no híbridos de un limbo no del todo humano. No por ello deja de extrañarse la simplicidad de las líneas de Hergé. La animación hiperreal de las facciones de Tintin cae innecesaria, sobre todo cuando el resto de los personajes parecen haber retenido su diseño naiv.
La película está animada y se ofrece al público infantil, pero de a momentos se expone sobria y obscura y adquiere la estatura de su propia trama de espionaje (no por ello la cantidad de disparos deja de ser inversamente proporcional a la cantidad de sangre, que es nula). A pesar de toda esta “carga adulta”, Spielberg corta esquinas en lo que refiere a la mordacidad política de Hergé y prefiere concentrarse en sus impresionantes persecuciones, lo cual resulta en una película entretenida, dinámica y llena de espíritu aventurero, aunque un poco hueca de cabeza.
¿Es el Tintin de Spielberg digno de Hergé (y más importante, de aquellos que crecieron con él)? La película recrea fielmente al personaje, y homenajea cuantas veces puede a su creador. Redunda en una excelente película de aventuras (acaso un poco apurada por establecerse en franquicia) y una fortuita indagación de Spielberg en el reino de la animación, éste siendo su primer largometraje de índole 3D. Expectativas y subjetividad fanática de lado, el Tintin spielbergiano provee toda la diversión que promete y resulta aunque sea una noble versión de su original.