Un Spielberg en estado puro, que entretiene con inteligencia sin subestimar a nadie
Le soy sincero. Se me plantea una suerte de dicotomía al escribir sobre “Las aventuras de Tintín”, pero vayamos por partes porque a veces ahorra tiempo.
No es la primera vez que escucho sobre la negación o el poco convencimiento de algunos espectadores respecto de la estética del Stop motion (explicada brevemente en la crítica de “Marte necesita mamás”, allá por marzo del 2011 (ver en el archivo de esta página), entre los cuales me incluyo. Es un recurso al que le falta desarrollo para disminuir la impresión de que uno está viendo personajes hechos con pasta de almendra. No me gusta. Ahora, siento todo lo contrario respecto del cine de Steven Spielberg por el cual tengo profunda admiración. ¿Se imagina el brete en el que estoy metido para este comentario verdad? Déjeme empezar por decirle que si usted detesta este tipo de estética ni se moleste en entrar a la sala (por si no la recuerda es la misma técnica de animación utilizada en tanques como “Beowulf” (2007) o “Monster House” (2006)
Ahora sí. Sólo el poder de saber contar una historia pudo hacerme olvidar tanto del Stop motion como de estar usando anteojos 3D. El cine es así. Cuando está bien hecho, algunos detalles son sólo eso, detalles.
La película comienza con títulos animados como para desafiar al más fanático, tanto del director como de la historieta del dibujante Hergé, con un puñado de imágenes referenciales a ambos. También la banda de sonido lo es en tanto tiene todos los recursos utilizados por John Williams en “Atrápame si puedes” (2002)
La introducción es fiel a casi todos los comienzos de los libros originales, y cabe destacar que desde el vamos se presenta como “basada en las aventuras de Tintín” y no particularmente en uno de los episodios, aún llamándose “El secreto del Unicornio”. Aclaro esto porque si usted es fanático ortodoxo de la historieta va a salir bastante decepcionado. En cambio si recuerda que lo que se está haciendo es tomar parte de los argumentos del personaje en general para construir una historia, entonces sigamos adelante.
El guión de la obra mezcla fundamentalmente dos episodios: “El cangrejo de las pinzas de oro” y “El secreto del unicornio”. Spielberg lo hizo arbitrariamente para poder presentar al capitán Haddock, ya que da por sentado que todos conocemos al periodista del jopito.
Un día en una feria Tintín compra una réplica a escala de un barco del siglo XVI llamado “El Unicornio”. Inmediatamente, dos personas intentan re-comprárselo ofreciendo cualquier suma. Ante la negativa de éste comienzan las preguntas que desencadenan el misterio. Algo se esconde en ese barco y parece que hay más igual a ese.
Tal cual sucede en la historieta todo parte de algo cotidiano sobre lo que el instinto de periodista pone otra mirada. Así las cosas, se irán derivando como consecuencia de la natural predisposición del joven a satisfacer su curiosidad. Llegará a conocer al Capitán Haddock (gran actuación de voz de Andy Serkis), un marinero que pasa la mayor parte de tiempo borracho e ignorante de lo que sucede a su alrededor, como dueño del barco carguero llamado “Karaboudján”. Pero hay algo más, Haddock es descendiente directo del Caballero de Hadoque, dueño original del Unicornio y autor de las pistas dejadas hace siglos para que alguno de su linaje las siga para encontrar el tesoro de Rackham El Rojo.
Cuando ambos se conocen y huyen del barco, empieza la segunda parte de la aventura que es literalmente como un juego de la búsqueda del tesoro, cuyas pistas se van entregando a los personajes y al espectador en la dosis justa para hacer crecer a la historia en drama, acción y tensión. En este aspecto asistimos al ya clásico lenguaje “spilberguiano”, con Indiana Jones como referencia inmediata. Para ello el equipo técnico del realizador luce sólido y está consolidado desde hace años: Januz Kaminski en la fotografía, Michael Kahn en la compaginación, y el mencionado Williams en la música. Un team que, como en el fútbol, ya se recita de memoria. Hechas las salvedades del comienzo, “Las aventuras de tintín” es aventura en estado puro, al servicio de entretener inteligentemente y sin subestimar a nadie. El oficio del realizador para manejar los tiempos es su marca registrada y garantía de diversión. Sin dudas uno de los estrenos del año de la industria de Hollywood.