Pura aventura e imaginación
El nombre de Tintín, aquella creación del cómic del dibujante belga Georges Remi más conocido como Hergé –aparece homenajeado al comienzo cuando realiza un retrato de Tintín ya transformado en 3D que se ve como dibujo animado en 2D- que viera su primera versión cinematográfica en 1947 como marioneta filmada con la técnica stop motion de la mano del francés Claude Misonne y luego en otras ocasiones con resultados dispares; ampliamente disfrutado por generaciones pasadas que podían tener acceso a los ejemplares bastantes onerosos por cierto, resonaba en la temprana infancia de Steven Spielberg –quien adquirió los derechos en 1983- y Peter Jackson (productor) como un sueño para llevar al celuloide cuando fuera posible tecnológicamente.
Sin lugar a dudas, debían ser ellos y no otros los encargados de utilizar la técnica del motion capture (investigada por Robert Zemeckis) para dar vida cinematográfica al icono de las historietas europeas -y al universo de Hergé- y así de esa manera garantizar no tanto la fidelidad al personaje sino a la imaginación al servicio de la historia de quienes, sin preámbulos, deben considerarse dos de los más grandes narradores cinematográficos contemporáneos.
El resultado de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio es más que positivo tanto para los puristas como aficionados por tratarse de un film que hace un uso adecuado del 3D en función de la majestuosidad y el virtuosismo de un director como Steven Spielberg, quien no repara en sorpresas a la hora de encarar esta primera gran aventura del perspicaz periodista Tintín (Jamie Bell) y su inseparable perro Milú tras la búsqueda de un tesoro relacionado con un antiguo pirata, Francisco de Hadoque, y su descendiente directo, el capitán de navío Haddock (Andy Serkis), cuya particularidad se vincula con una pérdida de memoria importante y su adicción al alcohol. El antagonista de turno, que tiene atrapado al capitán en un barco mercante que luego será liberado por el muchacho para que comience la travesía, Sakharine (Daniel Craig), también cuenta con antepasado pirata, en este caso Rackham, el rojo. El villano necesita completar un fragmento de un pergamino para dar con la ubicación del mayor tesoro. Tampoco faltarán al convite los alivios cómicos representados por el dúo de policías Hernández (Simon Pegg) y Fernández (Nick Frost), que en una subtrama en paralelo investigan la pista de un carterista muy escurridizo.
Así las cosas, y con un relato muy bien narrado que toma referencias de álbumes tales como “El cangrejo de las pinzas de oro”, “El secreto del Unicornio” y “El tesoro de Rackham el Rojo” (son un total de 24 con el primero publicado en 1930 y el penúltimo en 1976) a cargo de los guionistas Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, lo que caracteriza al film del padre de ET es la recuperación del género de aventuras que otrora se reservaba -en lo que a cine respecta- a la figura del arqueólogo Indiana Jones ya que la acción, los acertijos, los viajes y una sumatoria de peligros, en un derrotero que comienza desde la ciudad para terminar en el Sahara no decaen un segundo en una trama bastante sofisticada y narrativamente perfecta.
Resultan prodigiosas las secuencias de acción –acompañadas incidentalmente por el maestro John Williams responsable de la banda sonora- y sobre todo aquella referida a una persecución en un plano secuencia admirable donde las bondades de la tecnología 3D al servicio de la creatividad permiten disfrutar una perfecta síntesis de movimiento, ideas desopilantes que harán sonrojar al propio James Bond, humor y coherencia dentro de un verosímil que hace de la exageración su mayor virtud. Hasta el más mínimo detalle cuenta con el rigor y la excelencia del tándem Spielberg-Jackson, quienes incluso aportan su cuota de creatividad en las transiciones de escenas valiéndose de las ventajas del 3D para por ejemplo atravesar con la cámara un vidrio o reflejar en una burbuja una imagen para luego adentrarse en esa escena sin cortes abruptos o fundidos a negro como todo relato clásico predica, pero sin despojarse desde los términos conceptuales de los códigos del relato clásico de aventuras más puro.
Las aventuras de Tintín… por eso promete convertirse seguramente con el correr de las entregas (Spielberg habló en un primer momento de una trilogía y ya se confirma que será Peter Jackson el encargado de la segunda aventura) en una nueva mitología cinematográfica como ya lo hiciese en aquellos tiempos mozos Indiana, Volver al futuro o la reciente El señor de los anillos.