Remake de un clásico
Con Anne Hathaway y Octavia Spencer al frente de una nueva visita al clásico de Roald Dahl.
Las Brujas (The Witches, 2020) de Robert Zemeckis, se presenta como un híbrido entre cine infantil y familiar, que por momentos desea soltar ese origen para profundizar en los vínculos entre los protagonistas y su relación con la magia y la oscuridad, y ese tal vez sea el principal inconveniente del relato.
Narrada en off, conoceremos cómo un niño y su abuela desean dar con una convención de brujas, un encuentro muy especial, principalmente para la mujer, que ha tenido a lo largo de su vida una serie de encuentros particulares con brujas, y ha padecido, en carne propia, la potencia de los hechizos y trucos que pueden llegar a hacer.
Eligiendo a narradores de color, y un lujoso hotel de Alabama como epicentro del relato, Zemeckis, autor del guion junto a Guillermo del Toro, introducen un mensaje de igualdad, que aun en los momentos más desaforados del relato, se permite hacer una bajada políticamente correcta sobre aquello que los negros podían o no hacer en décadas convulsionadas del siglo pasado.
El resto es similar a la ya clásica adpatación que Nicolas Roeg realizó, con Anjelica Houston en el rol de la reina madre de las brujas, aquí interpretada por Hathaway, a quien se la ve disfrutando todo el tiempo en el hiperbolizado rol que le toca hacer.
Hay brujas, muchas, hay niños transformados en ratones, hay un intento por parte de la abuela y el joven de seguir adelante con el plan de eliminar de la faz de la tierra a estos seres míticos, pero también hay un respeto por reflejar el espíritu con el que Dahl trazó los pasos de los personajes en su libro.
Una familia que no se preocupa por su hijo, millonarios excéntricos que no ven realmente lo que tienen frente a sus ojos, conserjes desesperados por caer bien para contar con una propina abultada al finalizar el día, y una revalorización por el trabajo en equipo y la amistad, fuerte.
Zemeckis fusiona la mística del relato asociado a las brujas y las trae de una manera terrenal a la pantalla, juega con el disfraz de los seres oscuros, con la revelación de su verdadero rostro, hablando también de un momento político y social particular de la historia americana. No es casual que esta remake surja en la era Trump, donde el líder político escondía tras su fachada mediática, una máscara que le permitió, hasta cierto punto, como aquí a La Gran Bruja (Hathaway), esconder sus verdaderas intenciones.
Las Brujas ofrece un entretenimiento único, potenciando su juego con otros relatos, como los dibujos animados, ya que en varias oportunidades utiliza el punto de vista del protagonista convertido en ratón, sumando el plano de piernas corriendo, símil Tom y Jerry, cuando los humanos se topan con el roedor.
A diferencia de su predecesora, Las Brujas bucea en la fábula, deja su moraleja, pero principalmente brilla cuando deja de ser política y moralmente correcta, explorando el lado más cruel de las villanas, mujeres que desean continuar en su aquelarre, sumar dinero a sus arcas, y eliminar, por completo, de la faz de la tierra, a los niños.