¿Quedará alguien que jamás haya visto una película de Alex de la Iglesia? Qué interesante sería escribir esta reseña para él. Pero más interesante sería espiarlo mientras la mira ¿Qué caras pondría ante la pantalla? ¿Se reiría, se asquearía o se agarraría la cabeza sin comprender semejante delirio? Basta de divague: por si todavía queda algún paracaidista tardío, Las brujas es un film ideal para conocer a este realizador único.
Las razones hay que encontrarlas en la forma personalísima de filmar que tiene de la Iglesia. Pocas veces en la cinematografía se advierte tan claro lo acertado de aquella máxima: el qué es el cómo. Las brujas, inclasificable en comparación con el cine más convencional donde miles de películas repiten la misma estructura, tiene ideas, tiene un tema, argumento, concepto y hasta simbolismo. Pero lo que atrapa al espectador (razón de fans y, aceptémoslo, detractores) siempre es su estilo, sus formas. Composición tema, Las brujas: Qué: las mujeres son odiosas y echan a perder este planeta. Cómo: la historia desopilante de un puñado de perdedores que quieren hacer un robo, pero algo se complica y terminan atrapados en una aldea de hechiceras en pleno Siglo XXI.
Etiquetar los filmes de este peculiar realizador es una ardua y desagradable tarea. Pero para ahorrar trabajo al lector desprevenido podría aventurarse que la película merodea por varios géneros aunque la veta principal es el humor. Gags y chistes se combinan con un toque de fantasioso y un poco de terror del cine Z. Sin embargo, la clave del nuevo film del director español, tanto como de los anteriores, pasa por las características esperpénticas de historia, personajes y escenas. Todo es imperfecto, ridículo y fallido dentro de esa España que de la Iglesia pinta desde hace décadas con una paleta ultradecadente. Para lograr esa visión cutre y coherente, Las brujas combina de forma admirable un elenco de maravillas (Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordoñez, Carmen Maura, Terele Pávez y Carolina Bang, entre otros) con escenarios oportunos y un humor negro arratonado. El ensamble de las diversas piezas del cómo es suave y natural, todo funciona de maravillas, aunque más revelador de la estética del film sería decir que nada encastra, pero para eso está la vaselina, que hace que las cosas funcionen como sea.
Tal vez sea ese el gran mérito de de la Iglesia. Filmar con espíritu bizarro pero sin resignar cuidado por las resoluciones y detalles. Esa rigurosidad es la que hace que las formas logradas se vuelvan tan importantes que se conviertan en lo primero en distinguirse en el film: el cómo le ha ganado al qué.
¿Y ese espíritu bizarro perdió frescura con los años y la mayor producción? Para nada. Con mejor presupuesto y tecnología, de la Iglesia demuestra que puede filmar con la lucidez y el cinismo de la lejana El día de la bestia. El estreno de Las brujas es la ocasión ideal para pegar un telefonazo a las distribuidoras locales: entre tanto estreno mediocre hollywoodense, en Argentina aún no se ha estrenado La chispa de la vida, película anterior del director. Fans y vírgenes merecen todo el cine de este pequeño geniecillo, que habla en español.