Regocijante regreso del Alex de la Iglesia “salvaje”
Regocijo desde el primer minuto casi hasta el final, regreso de Alex de la Iglesia al espíritu de "Acción mutante" y "El día de la bestia", retrato de la España más reconocible y menos presentable, amplia humorada sobre la eterna guerra entre hombres y mujeres, eso es, en pocas palabras, "Las brujas de Zugarramurdi", cuyo solo título original ya suena excesivo, intransferible, imponiéndose a lo vasco a otro título más conocido, "Las brujas de Salem", que en comparación queda francamente insulso.
Acá, por nuestra pereza para la dicción, lo hemos reducido a "Las brujas", con lo que pierde gracia y personalidad. Otras molestias que quizás afecten el entero disfrute de la comedia son algunos chistes muy locales que tiene de tanto en tanto. Por suerte, nada que nos deje afuera más de cinco segundos. Y una última: el final resulta menos brillante que el comienzo, pero esto porque el comienzo es de vértigo, y porque a cierta altura ocurre como en esas fiestas donde el dueño de casa ya se cansó de entretener a los invitados y está a punto de perder el hilo de su propia conversación. Aun asi, igual se agradece la regocijante noche que hemos pasado.
¿Y de qué trata la obra? De que las mujeres son mucho más inteligentes, astutas y rencorosas que los hombres, salvo excepciones. ¿Y cómo lo trata? Basta ver el afiche. Esto es disparate acelerado, caricatura de trazo grueso, diálogos sabrosos de salidas inesperadas, todo a partir de una banda de tremendos imbéciles que cometen un asalto loquísimo en plena Puerta del Sol y después huyen hacia Disneylandia perseguidos por la mujer de uno de ellos y dos detectives, con la mala suerte de pasar la noche justo en un pueblecito navarro donde damas y damitas de toda edad conservan las malísimas costumbres atribuidas a sus antepasadas (conviene saber que el atractivo turístico del auténtico Zugarramurdi es un Museo de las Brujas).
No digamos más, esto es una sorpresa salvaje, misógina y contínua, con un elenco vastísimo y formidable donde casi todos se lucen, desde Carmen Maura y Terele Pávez hasta los partiquinos de menor cartel, el director está en su salsa, la música acompaña, y a nadie le importa demasiado que los efectos especiales de la noche de aquelarre sean medio berretas. E so también forma parte del chiste.
Ahora, hablando en serio. La cacería de brujas de Salem, 1693, culminó con un lapidado, 19 ahorcadas y ahorcados, y 26 fallecidos en prisión, no sólo por la mala comida. La de Zugarramurdi, 1610, con 7 quemadas vivas, 5 muertas en prisión, y 19 arrepentidas que volvieron ese mismo día a sus casas. Parece que, estadísticamente, la Inquisición mató menos brujas que los protestantes, pero tiene una mala prensa que es de terror. Hay una película sobre esos hechos, "Akelarre", de Pedro Olea, 1984, con López Vázquez y el uruguayo Walter Vidarte.