El papá musical
Retrata una época en la vida de una niña, que ama a su padre, aceptándolo como es. Un film entretenido y dulce, bastante melodramático, en el cual la directora y guionista tiene la posibilidad de contar una parte de su vida, quizás la más emotiva hasta el momento.
Las buenas intenciones (2019), una comedia dramática ambientada en Argentina durante la recesión económica de la década de 1990, marca el debut cinematográfico de la directora y escritora Ana García Blaya. Es un retrato semiautobiográfico de una familia fragmentada por circunstancias difíciles y personalidades rebeldes, pero unida por un fuerte amor.
El padre de características adolescentes, Gustavo (Javier Drolas), vive para tres cosas: fútbol, rock and roll y sus hijos. Luego de separarse de Cecilia (Jazmín Stuart) comparten la custodia, a pesar de la incapacidad de Gustavo de cumplir con los horarios o generar suficientes ingresos para cubrir su parte de los gastos. Gustavo es dueño de una tienda de discos junto a su amigo Néstor (Sebastian Arzeno), pero el negocio es pobre, con casetes piratas a precios de ganga que comprenden la mayor parte de sus ventas. Su eterna comodidad se altera cuando Cecilia y su pareja actual Guille (Juan Minujin), deciden comenzar una nueva vida en Paraguay, y llevar a los niños con ellos. Amanda (Amanda Minujin), la hija mayor no está de acuerdo.
Ana García Blaya ejecuta una buena dirección en cuanto a captar la esencia de su padre, su entorno y el recuerdo que tiene de él y esa época feliz y agridulce; sin embargo, resulta algo tedioso y chocante el uso del recurso de la música, acompañado de videos caseros reales -a modo de documental familiar-, y, otros protagonizados por los actores del film. Estos recursos abruman y se sienten forzados en ciertos tramos con la finalidad de lograr en el espectador una emoción sublime, mayor a la que debería darse de manera natural. En cuanto al guion, se puede decir que es prolijo, de estructura dramática simple y correcta, aunque la música ayuda mucho a otorgar el ritmo necesario para lograr fluidez.
Cabe destacar la excelente recreación de la época. Las interpretaciones en general son atinadas, llama la atención la escasa interacción de un actor como Juan Minujin. Resulta muy acertada la interpretación de Jazmín Stuart en el rol de la única persona mesurada en todo el relato, quien aporta sensatez, en lo que sería , sin su existencia, un caos total. Realmente muy creíble y es probable que sintamos empatía con su personaje, ya que es el más justificado.
Las buenas intenciones es un film entretenido y muy tierno, se trata de la historia de la propia directora y guionista, que pone el foco en la idealización que suelen tener las hijas por su padre. Que a pesar de sus errores y falencias en su rol, lo aman tal cual es, justificándolo siempre. Es un sentimiento único e irremplazable, su primer amor, de una fuerza que traspasa el tiempo y a todos los otros amores que transitará esa niña a lo largo de su vida.