De segundas oportunidades
Esta producción belga cumple con todos y cada uno de los lugares comunes de lo que en la jerga del cine se conoce como crowd-pleaser , películas con una fuerte carga demagógica que tratan -por cualquier medio- de seducir al espectador. El problema no es esa obsesión por ganarse el favor del público -algo a lo que aspira la mayoría de los artistas- sino los recursos que se ponen en juego para esa operación.
Esta película -y la distribuidora local pensó en ello a la hora de elegir el título de estreno- incursiona en los mismos territorios de comedias negras con propuestas entre absurdas y provocativas (que pueden ser resumidas en un concepto ganchero) como Chicas de calendario o -ya en versión masculina- Todo o nada...El Full Monty .
Aquí el "concepto" sería el siguiente: tres mujeres septuagenarias encuentran una segunda oportunidad en sus vidas al formar un grupo que interpreta temas que van desde "Pump Up the Jam", de Technotronic, hasta clásicos de Jacques Brel. Las "chicas" vuelven a disfrutar la alegría de vivir (la protagonista sufre en la escena inicial la muerte de su represivo marido) y eso implica desde fumar un porro, excitarse con un curvilíneo bajista negro o competir en una guerra de bandas con exponentes del heavy metal.
La película aborda también algunos conflictos familiares (la protagonista se decide por el hijo díscolo, por la oveja negra, que formará parte de su aventura musical, en lugar del otro, mucho más pragmático, contenido y controlador), pero en ningún momento alcanza a quebrar la superficialidad y la previsibilidad de un guión que resulta más ingenioso en su punto de partida que en su concreción.