Aburridas que aburren
El director español Alex de la Iglesia mostró ingeniosamente, con La comunidad, cómo hacer humor negro en el marco del consorcio de un edificio con las múltiples historias de vida de sus vecinos. La muerte era el disparador.
El director argentino Maximiliano Pelosi (Una familia gay, Otro entre otros) comienza su filme en tono necrológico mostrando a dos mujeres frente a una pared de nichos. Una le “habla” a uno de los difuntos, la otra señora -al pasar- “dialoga” con otro, como si los muertos pudieran escucharlas.
Desde el minuto cero, la obsesión por la finitud humana será una fija que se repite en este filme con frases como: “¿La próxima seremos nosotras?”, “Nos van a extrañar cuando ya no estemos”. Cansa, agota el recurso. Asfixia.
Celia (Betiana Blum) y Aída (Lucrecia Capello) son dos hermanas que viven en el tercer piso del edificio, el último. Mimetizadas, siempre hablan a dúo, buscando una complicidad innecesaria.
Aburridas de sus vidas, administran el consorcio y les gusta meterse en la vida de los demás. Lo que podría haberse usado como una llave ingeniosa para acceder a intimidades ajenas en Las chicas del 3° es forzado, sobreactuado y nada creíble. Y, por momentos, desubicado, sobre todo cuando se subraya en la orientación sexual de uno de los vecinos (Félix) o en el tema de la prostitución.
¿La dosis de humor? Nula. La música (a base de piano y cuerdas) marca el ritmo de cada escena con exageración, como si fuese un dibujo animado. Un dato: en los créditos del comienzo, a los personajes se los ve caricaturizados.
Este filme estereotipa historias de vida llevándolas a un plano tan absurdo que pierde su esencia. El robo de un collar busca ser un eje de conflicto. Pero no aporta tensión, al contrario, confunde.
La pelopincho en el balcón, con las dos señoras adentro, es sinónimo del gusto estético de este filme que quisiera reírse de sí mismo. Si hay que rescatar algo de Las chicas del 3°, es el papel de la atractiva Bernarda Pagés, que interpreta a una ama de casa atormentada por su relación marital. Y que encuentra oxígeno en un joven vecino que le da calce.