Amable y cariñoso documental centrado en varias mujeres que, en distintas ciudades del mundo, se dedican obsesivamente a ver películas, especialmente las que se dan en cinematecas y festivales. Este filme que participó en el BAFICI y en el Festival de Locarno de 2017 es un homenaje a estas damas que han convertido a la cinefilia en un rito y una forma de lidiar con la soledad.
En Buenos Aires, Mar del Plata, Montevideo o Madrid. La locación no importa. Las mujeres que protagonizan la opera prima de Alvarez han tenido vidas muy distintas pero hoy tienen rutinas parecidas: van al cine. Todos o casi todos los días. A ver “lo que pongan”, a cumplir con la necesidad de “salir de casa”, por amor al cine, para combatir la soledad o sentirse acompañadas. Las historias que cuenta este generoso y amable documental es la de varias mujeres (cuatro tienen roles importantes, otras un tanto menores) de más de 60 o 70 años que siempre han sido, o que el tiempo las ha convertido, en “cinéphilas”. Y hoy, como una de ellas dice, pasan a la “inmortalidad” al ser retratadas en una película que las homenajea pero que, más que nada, las respeta y las quiere.
A una de ellas la encontramos en Mar del Plata, preparando obsesivamente la grilla del festival (ella explica en detalle cómo lo hace) y yendo con los minutos contados de sala en sala. “No contesto los llamados durante los festivales”, dice y hasta no entiende cómo es que la llaman cuando saben que está ocupada. También visita ciudades y recorre locaciones de rodajes. Y siempre un poco se decepciona ya que en la realidad nunca tienen el aura que transmiten desde la pantalla. Otra mujer, en Buenos Aires, va a la Lugones (donde se estrena ahora la película), se reúne con amigas a hablar de Proust y analiza su relación con el cine como pocas.
Otra vive en Uruguay y es bastante pícara, charlatana y un tanto fantasiosa. Ama a Kurosawa y no entiende cómo alguien puede casarse para toda la vida. En España hay otra(s) mujer(es) que visitan a diario la Cinemateca de Madrid, repasan el programa, tienen sus preferencias, rutinas (una va a un coro) y obsesiones varias. Todas ellas –y otras a las que vemos menos– son las protagonistas de este filme noble, humano, querible, acaso un tanto confuso en cuanto a las idas y vueltas entre los personajes, pero siempre siguiéndolas de cerca, con cariño y respeto. En otras manos, estas mujeres podrían haber sido objeto de condescendencia y estúpidas ironías de cineastas que se creen mejores que el mundo. En las de Alvarez, son lo contrario, un ejemplo de amor al cine (van al cine-cine, no se habla de DVD o consumos caseros aquí) y a la posibilidad que les da de seguir conectadas, con el mundo y con los otros.