En ‘Las cosas donde ya no estaban’ Dolores es una cantante cuya fama aumenta paulatinamente, y Luca se desempeña como un arquitecto pasivamente frustrado. La distancia que los separa es notable desde la primera escena, donde Luca observa a Dolores en su concierto. Ella, tan brillante y protagonista. Él, uno más del público.
Sin embargo, hay un hilo que conecta sus caminos: su noviazgo transitado en la adolescencia. A fin de recordar ese pasado más simple e ingenuo, ambos se encaminan por distintos ambientes de la capital. La odisea se desenvuelve en el relato de dichas y desgracias, risas y llantos que entretejen una noche inolvidable.
Lo primero que interpela al espectador es el afiche de la cinta. Unos caricaturizados Luca y Dolores caminan sobre una avenida que se cierne sobre ellos. Los edificios y las luces se curvan hacía adentro y abajo, dejándolos sin comunicación con el exterior. La imagen es una perfecta representación de la película: un reencuentro que genera un universo íntimo, perteneciente solo a Luca y Dolores. Dicho mundo alienado se conforma con la reubicación de ‘Las cosas donde ya no estaban’, elementos que adoptan distintos lugares a medida que la película avanza.
Estas cosas no solo se mudan constantemente, sino que además se entrelazan. Al principio Luca es un incrédulo, alguien que se vio forzado a madurar de sus sueños por hechos trágicos. Dolores es quien vive de su sueño y vocación de cantante, viendo con malos ojos el acto de abandono que Luca impuso para con sus anhelos propios. Las primeras instancias del reencuentro resaltan la incomodidad, el tira y empuje de dos existencias que son completamente contrarias. Más tarde, Dolores comienza a entender lo necesario de una cuota de realidad, y Luca es inyectado con la necesidad de revisitar su vocación soñada.
Es así como, aunque Luca y Dolores no se ven desde hace años, la película logra que la intensidad de su reunión se haga verosímil. El degradé entre la instancia ya mencionada de incomodidad y la conexión que experimentan apenas horas después se realiza de manera sutil en una sola noche. Todo contribuye a este cambio en la atmósfera: los escenarios, las miradas, los diálogos e inclusive la influencia del resto de los personajes de la película.
A propósito de la atmósfera, es importante señalar la ‘Argentinidad’ latente, aunque disimulada. Desde los hermosos paisajes de San Telmo hasta los divagues de un tachero, la cultura porteña está impresa en cada parte de ‘Las cosas donde ya no estaban’. En una época donde la única representación promedia del argentino es la de alguien que no para de gritar o insultar, Fabio Vallarelli muestra un nuevo estereotipo que deja el desquicio de lado. Divierte su aplicación en los personajes más secundarios, no solo el ya mencionado taxista, sino también dos amigos espontáneos que Luca conoce en el bar y que lo interrogan con máxima confianza sin conocerlo, entre otros.
‘Las cosas donde ya no estaban’ es el ejemplo perfecto de un todo conformado por la suma de sus partes. Comenzando por el título de la cinta y terminando con el asombroso final de ella, cada elemento que se encuentra en el medio es de suma importancia. La historia de Dolores y Luca se hilvana con las cosas que ocurren dentro de su burbuja y fuera de ella.