“¿El hombre es capaz de desear por sí solo?”. Esta pregunta estructura Mentira romántica y verdad novelesca y el desarrollo teórico de su autor, el filósofo Rene Girard, sobre el deseo mimético donde formula que nadie desea de manera libre y nuestro deseo es imitación del deseo de otro. Girard exponía su teoría en el análisis de obras fundamentales de la literatura como Don Quijote o Madame Bovary para concluir que, inevitablemente, ese impulso de mediación desemboca en la triangulación del deseo. La aplicación de la teoría de Girard en la comedia romántica es la base conceptual de este film de Emmanuel Mouret que puede sintetizarse como la enunciación de “vivir el amor a destiempo a causa de este deseo inducido”.
En la historia, Daphne recibe a Maxime (el primo de su novio, que tuvo que viajar a París por motivos laborales), en la campiña francesa durante el verano. Maxime es un aspirante a escritor que cuenta a Daphne historias personales de su turbulento -y no del todo feliz- pasado amoroso. A su turno, Daphne también confesará cómo construyó el vínculo con el primo de Maxime. Este recurso genera un atractivo relato coral en la historia, que permite que varias capas narrativas vayan yuxtaponiéndose, porque en la formulación triangular que propone Mouret de la mano de Girard -a quien evoca en algunos pasajes del film- muchos de estos novios antes de serlo fueron amantes y, por lo tanto, tuvieron otras relaciones formales que asimismo los llevaron a otros vínculos que, de manera sublimada o concreta, responden a este deseo negado o abrazado con desbordante pasión.
Bajo estas premisas Mouret realiza una sobria película inserta en el más puro academicismo francés (incluso con su banda sonora presa de los magnificentes acordes de Schubert, Chopin, Debussy o Satie), estructurando argumentalmente su mirada a la naturaleza del amor de manera casi cercana a la perfección. Por momentos evocará los cuentos morales de Eric Rohmer o se podrán descubrir otras sutiles referencias cinematográficas en esta obra coral, un poco acartonada en un comienzo, pero que en su estructura pasa de una primera parte de vínculos amorosos infieles y “menage a trois” (que tan bien le sientan al cine francés), a un drama ajustado con eje en las turbulencias del amor, aunque su mirada agridulce no olvide que es una comedia romántica vitalmente intelectual. El deslumbrante elenco desafía esa mezcla de horizontes y amores contrariados respetando las intenciones filosóficas del director, para quien el amor es tanto una pasión inmanejable como un candoroso objeto de estudio.