Las cosas que no te conté

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

LA INFANCIA COMO ANTÍDOTO

En la película escrita y dirigida por William Nicholson, Annette Bening y Bill Nighy interpretan a un matrimonio de intelectuales -ella especialista en literatura y él profesor de historia-, que se enfrentan a una instancia bisagra en sus vidas: para él la relación ya no da para más y decide abandonar el hogar luego de 29 años compartidos y un hijo como fruto de la relación. Un drama romántico de personajes adultos, narrado con adultez y sin caer en maniqueísmos no puede ser otra cosa que una rareza en este contexto de cine que confunde lo adulto con lo solemne y que apunta al efectismo para seducir a la platea. Las cosas que no te conté es básicamente eso, el registro del momento en que ese matrimonio se rompe y cuáles son las consecuencias de dicho acto, pero fundamentalmente cuál es el rol que tiene que jugar ese hijo, árbitro y a la vez confesor, maravillosamente interpretado por Josh O’Connor.

Es que si el título que le pusieron a la película por estas latitudes pareciera estar hablando de aquellos detalles inconfesables que el marido había guardado hasta su decisión final, en verdad el original, Hope Gap, es la clave real de todo el asunto. Hope Gap, el lugar donde viven los protagonistas, es una zona de acantilados ubicada en Inglaterra, con una costa algo árida y con un encanto sumamente otoñal. Precisamente para ese hijo, que vive en la gran ciudad y viaja para ver a sus padres cada tanto, estar allí es una forma de regresar a la infancia y al tiempo compartido con mamá y papá. Que esa pareja, que le sirve un poco de norte ante su incapacidad emocional para conectar con otras personas, se rompa, abre una brecha existencial que lo envuelve en una crisis enorme, especialmente por ver la degradación de su madre que niega el asunto y espera el regreso de su amor. Que al fin de cuentas Hope Gap también quiere decir “brecha de esperanza”. Y no gratuitamente, la Grace de Bening es profundamente religiosa.

Las cosas que no te conté conecta con emociones complejas: la de la mujer que se niega a ver lo evidente, la del hombre que no sabe explicar del todo qué es lo que desea para su futuro y la del hijo, que debe lidiar con un asunto que lo supera emocionalmente y que debe operar como padre de sus padres. Nicholson merodea el melodrama, pero su película contiene una serie de elipsis que corren el relato de lo convencional y lo llevan por otro lado: elude el suspenso alrededor de si el hombre regresará o no al hogar, y trabaja los tiempos del relato en relación a las necesidades de cada personaje, especialmente de la mujer. Y lo hace con diálogos precisos y situaciones que nunca se desbordan hacia el sentimentalismo. Puede que finalmente resulte un poco antipática y demasiado seca a la hora de contar un divorcio, pero se trata de un relato honesto que bucea la lógica de cada personaje de forma un tanto obsesiva. La utilización de algunos textos literarios encuentra su cima hacia el final, cuando es definitivamente el hijo el que cierra el relato como una forma de confirmar aquello que la película sugería desde el vamos. Porque el divorcio es apenas un Macguffin y todo el asunto se cierra sobre la idea de la infancia y la búsqueda, allí mismo, de los momentos felices que en la adultez se niegan a aparecer. Crecer es una mierda repleta de insatisfacción y la película de Nicholson lo dice con una elegancia que se agradece.