Luego que la segunda entrega de “Las crónicas de Narnia” recaudara una cifra que apenas superó su costo y Disney desechara la franquicia por ese motivo, parecía que no se haría una tercera entrega.
Pero Walden Media en combinación con Fox tomaron el reto de rodar “Las crónicas de Narnia. La travesía del viajero del alba” que es la tercera historia de la saga que escribió el apologista cristiano C.S. Lewis.
El escritor imprimió un fuerte tinte educativo a esta serie de cuentos mediante los bíblicos conceptos de valores humanos, aunque no dejó de mezclar algunos personajes con reminiscencias mitológicas griegas y escandinavas
Las dos versiones cinematográficas respetaron escrupulosamente a los libros, y en esta ocasión también se lo ha hecho al seguir fielmente una historia que sigue el “viaje” de los niños hacia la adultez.
Por lo tanto esta vez ya no están Peter y Susan. Ellos ya han crecido. La lucha entre el bien y el mal que se alojan en su propio interior deberán librarla Lucy y Edmund a los que se agregará su primo Eustace que aún vive con los arrebatos de la niñez.
Los tres llegarán a Narnia y se reencontrarán con el ahora rey Caspian y juntos deberán buscar las espadas de los siete caballeros que han desaparecido. Para lograrlo deberán navegar tormentosos mares, llegar a la isla Oscura y transitar por selvas sorteando pruebas y combatiendo con simbólicos personajes.
Las sucesivas batallas irán paulatinamente haciendo aflorar la bondad que reside en el interior de cada uno de los niños, y hacerles notar donde está su flanco espiritual más débil.
Lucy deberá adquirir más seguridad en sí misma, Edmund tendrá que poner en claro el papel que quiere desempeñar en la vida, Caspián tiene que tomar conciencia del lugar que ocupa en el mundo y Eustace comprender que no es el único ser que existe.
Tarea difícil les resulta crecer y hacerse cargo de sí mismos. Tienen muchos enemigos que vencer.
Lewis lanza el mensaje de que si se pide ayuda y se evita el aislamiento se logrará llegar a otra etapa de la vida, aunque eso produzca lógicos miedos.
Michael Apted como realizador ha respetado escrupulosamente el mensaje de fondo de la obra del escritor británico.
Nos encontramos ante una película no tan esplendorosas como las dos entregas anteriores, pero con hermosos pasajes visuales realzados por el sistema 3D, sobre todo la entrada de los protagonistas a Narnia, la visión lejana de la isla Oscura y la danza marina de las Ondinas de cristal.
El guión es bastante paradigmático, y tiene el acierto de alternar las escenas de acción con otras netamente humorísticas que dan por resultado una trama desarrollada con una agilidad que en ningún momento decae.
Las actuaciones son correctas. Como generalmente sucede en las sagas literarias tradicionales llevadas a la cinematografía se ha puesto más atención a que los actores fijen la imagen del personaje de la mente del espectador mediante situaciones aisladas.
Como ha ocurrió anteriormente los personajes digitales, especialmente el ratón Reepicheed, se llevan el destaque en todas las escenas en las que participan.
Los efectos especiales no están en el mismo nivel de los que se vieron en las versiones anteriores, aunque no por ello dejan de atrapar al espectador como por ejemplo la larga escena del monstruo marino. El dragón es un poco elemental, pero resulta simpático y se integra a la historia sin desentonar.
Se ha eliminado el peso argumental de dos personajes (Peter y Susan), pero se han agregado otros, así que seguramente Walden Media encarará muy pronto la preproducción de la cuarta historia, “Las crónicas de Narnia. La silla de plata”
Los niños, en su mayoría, están más pendientes de las escenas de acción. La densidad del metamensaje y la forma en que está desarrollada la trama hacen que el espectro de edad de los espectadores sea más amplio, ya que los adolescentes también disfrutan de esta realización.
Los adultos asisten a una proyección amena y a una superproducción que los complacerá.