Esta tercera adaptación de las novelas del ciclo Narnia, del escritor británico C. S. Lewis, implica cambios (de productora: Fox en lugar de Disney; de director: Michael Apted en lugar de Andrew Adamson). No suenan a ganancia, pero tampoco representan una gran pérdida. Para decirlo rápido, “La travesía del viajero del alba” es más bien un serial de aventuras “todo junto”, con secuencias de acción delimitadas a modo de episodios y con algunos momentos realmente logrados, sobre todo hacia el final. De hecho, al lado de la primera, el peso cristiano del texto original de Lewis –que intentó, en algunos textos con gran éxito, aunar la teología popular con la fantasía, herencia de su gran amigo J. R. Tolkien– está bastante disuelto, salvo por una declaración del león Aslan en los últimos minutos. Hay algunos elementos que hacen al film un poco más recomendable que, por ejemplo, los últimos estertores de Harry Potter. En primer lugar, la amabilidad con la que se narra el cuento, casi como si se tratara de una narración oral. En segundo, un diseño siempre feérico, siempre cercano a leer un libro ilustrado, sin caer en un falso realismo que carece de sentido en estas circunstancias. Y, finalmente, el humor que resuelve secuencias de otro modo abúlicas. Hay, eso sí, un tema poco explotado: el de la belleza femenina, que sólo se esboza en una gran secuencia onírica. Pero en conjunto, la película funciona bien y entretiene, volviendo real la fantasía, sin pudores.