Juego de Tronos
No es particularmente novedosa la incursión en pantalla grande de ese pedazo de historia que cuenta sobre la rivalidad entre la Reina María Estuardo y la Reina Isabel I. Muchas películas, siendo tal vez la más conocida aquella de 1971 protagonizada por Vanessa Redgrave, y series, como por ejemplo la reciente The Crown, se han encargado de trasponer la mítica rencilla monárquica. En esta ocasión Josie Rourke, una experimentada mujer del mundo del teatro, hace su debut como directora cinematográfica y evidencia su falta de experiencia en un relato novelesco y plagado de incongruencias históricas.
Las dos reinas (Mary Queen of the Scots, 2018) nos lleva a mediados del Siglo XVI, momento en que María Estuardo regresa a vivir a Escocia tras la muerte en Francia de su esposo Enrique Estuardo. Esta vuelta a su patria es tomada como una amenaza por la Reina Isabel I de Inglaterra, quien a partir de ese momento considera a María una amenaza para su trono. Y así comienza una guerra a distancia entre ambas mujeres que involucra poder, política, ambición y todos esos condimentos base para quienes luchan por estar y mantenerse en las altas esferas.
Saoirse Ronan (Lady Bird) interpreta a María mientras Margot Robbie (Yo soy Tonya) le pone el cuerpo a la reina Isabel con prótesis de nariz de por medio y todo. Ambas entregan performances a la altura de sus capacidades, si bien Ronan da indicios de empezar a repetirse un poco, ya sea que interprete a una estudiante con crisis existencial o la Reina de Escocia. Las acompañan unos irreconocibles Guy Pearce y David Tennant, a raíz de la cantidad de barba y pelo tras los cuales esconden sus rostros.
Andre Bazin fue el cultor detrás de la idea del famoso “montaje prohibido”. En resumen Bazin argumentaba que si filmamos una secuencia entre un cazador y un león, ambos personajes debían aparecer al menos una vez juntos en el mismo plano para dar credibilidad ante la audiencia. Según él, en esa situación el montaje o la edición están prohibidos. Las dos reinas nos invita a pensar todo el tiempo en la idea de Bazin, ya que durante prácticamente el 98% del film ambas protagonistas no comparten una sola escena. Si bien esto deriva del hecho real y simpatiza con aquellos historiadores detractores de un hipotético encuentro entre ambas, da como resultado un relato que genera poca tensión.
Rourke parece no decidirse entre hacer una recreación dramática y novelesca o un thriller político filoso sobre dos de los personajes mas interesantes de la historia de las monarquías antiguas. Y hablando de recreaciones, la elección de actores de descendencia negra y asiática para interpretar personajes que supuestamente vivieron en la Inglaterra de 1561 no hace más que desconcertar. El resultado de la obra es un híbrido sin mucho vuelo, que no se la juega por la rigurosidad histórica ni por la libre interpretación.