Es sin dudas un atractivo juego de tronos entre dos reinas contemporáneas, pero que si bien se enfrentan, esa relación tiene una mirada de solidaridad femenina frente a un mundo de hombres en el poder político y religioso que no soporta que sean pensantes y decididas. Salvo que “se transforme mentalmente en un hombre” como se define la soberana inglesa y ya sabemos cuál es su destino. Aquí el guionista Beau Willimon (“House of Cards”) se basó en el libro John Guy sobre la verdadera historia de la reina Mary de Escocia, imaginó una partida que conoce, los enjuagues del poder potenciados por la mirada despreciativa masculina, con los religiosos como los peores enemigos. Y, además, una interpretación sobre el carácter de la reina escocesa, casada muy joven y viuda en Francia, que considera que por su rango todo está dado, y se niega al tire y afloje de cualquier interés, además de imaginar una convivencia religiosa y política. La directora Josie Rourke, debutante en cine, de gran experiencia teatral, le saca el jugo a este entretenimiento histórico, con sus licencias dramáticas y cuenta para ello con dos grandes actrices, que no se entiende que no hayan figurado como nominadas al Oscar, que son Saoirse Ronan y Margot Robbie. Pero además el film tiene una dirección de arte, algunas ideas muy atractivas de la utilización del color, el vestuario y la ambientación que sorprenden para bien. Y una mirada sobre la intimidad de estas soberanas que aprenden, a veces mal y otras dolorosamente bien, que tienen que hacer con sus cuerpos y sus deseos, que se sacrifica, que se satisface. Un entretenimiento vistoso, inteligente y muy bien actuado.