Cine histórico de calidad.
Las Dos Reinas está adaptada del libro de John Guy Queen of Scots: The True Life of Mary Stuart, pero queda claro desde un principio que la directora debutante Josie Rourke y el escriba Beau Willimon (también un dramaturgo, lo cual tiene sentido porque gran parte del ritmo de la película y los diálogos parecen creados directamente para la televisión), se toman algunas libertades creativas, específicamente con el rumor y la especulación de que las primas del siglo XVI, Mary y Queen Elizabeth, alguna vez tuvieron una reunión en persona.
No creo que sea un engaño mencionar que algo así ocurre en el clímax (está en el tráiler, sin restricciones), pero en cuanto a los temas de la conversación, junto con lo que conduce a estos, son fascinantes verlos desarrollarse en esta película biográfica que, ciertamente, se ve con agrado la mayor parte del tiempo, calculada para iluminar el poder femenino regional y cómo su gobierno difiere de los hombres, yuxtaponiendo a dos reinas que luchan por el poder: una líder con ternura, empatía y compasión, y otra sucumbiendo a la paranoia y constantemente maquinando tácticas deshonestas para mantener el control.
Incluso los aficionados a la historia moderada probablemente saben cuál es cuál; Saoirse Ronan interpreta a la homónima reina de Escocia, con sus penetrantes ojos azules que, al parecer, nos dejan saber todo lo que necesitamos saber sobre su próxima decisión. La actriz irlandesa presenta un fuerte acento escocés, pero es la profundidad con la que se dibuja el personaje lo que la hace sobresalir, desde su desafío a permanecer independiente buscando el verdadero amor en sus propios términos a sus intentos de tolerar a los protestantes, incluso como una difamada Reina Católica, a los numerosos actos de perdón y a entrar en contacto cara a cara con la reina Isabel (Margot Robbie, en lo que es una de las mejores actuaciones de su carrera hasta ahora, y no solo porque es capaz de poner un acento británico creíble, sino más por el hecho de que juega con las ansiedades y paranoias de esta persona de la vida real con sutileza y manipulación intrigante.
Sin ser una obra maestra, Las Dos Reinas se proclama por méritos propios como la versión más notable, imprescindible, remarcable y deleitosa de estos hechos.
Si bien tiene bastantes detalles a lo largo del metraje que menoscaban la calidad del film y le hacen impedir erigirse como una obra culmen, a nivel global su saldo es de sobra positivo y pesan más las grandes virtudes de la cinta que sus defectos.
Por supuesto no voy a obviar que uno de los puntos fuertes del film es la temática argumental en la que se basa; un juego de ajedrez sanguinolento y estratega que deja a Juego de Tronos (2011-2019) en pañales (la realidad siempre supera la ficción), con reinos en disputa reclamados por hermanos, tíos y primos que jugarán sus mejores bazas para captar seguidores y guerrear o para concertar matrimonios tácticos que quitan o dan poder a sus rivales… siendo María Estuardo la más activa en sus ambiciones… pero también la más perdida en sus maniobras de casamientos, batallas y negociaciones. En este punto histórico tenemos la cara y la cruz de la moneda, siendo la cara Isabel I de Inglaterra que supo contemporizar sus ambiciones (que auto-justificó al igual que María Estuardo, pero sabiendo amoldarse a una corte y nobles con más tacto… y táctica).
La trama histórica es en sí muy pero que muy potente… y pudo caer en desenvolverse en el guión como un culebrón de sobremesa (sí, me viene a la mente Elizabeth: La edad de oro de 2007). Pero por fortuna la película no cae en esos excesos y, cuando aterriza en el terreno más melodramático, lo hace con moderación y sin afectar demasiado al conjunto que ahonda más en las estrategias políticas y las reflexiones. El guión no es de matrícula de honor (es superado por el guión de la Elizabeth de Michael Hirst realizada en 1998), pero la pluma de Beau Wilimon es versada, deja fluir la trama con intelecto y astucia, y se acomoda con gusto a las situaciones racionales o emocionales de sus personajes.