Las dos reinas

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LAS ÉPOCAS DEL CINE DE ÉPOCA

Los tiempos han cambiado (afortunadamente) y Las dos reinas, la película de Josie Rourke, intenta ser muestra de eso y asimilarlo a partir de modificar estructuras de un tipo de cine avejentado: eso que conocemos como qualité y que se define en los decorados, peinados y maquillajes esforzados. No lo logra un poco por torpeza y otro tanto -repetimos-, porque los tiempos han cambiado, y entonces su apuesta por desapolillar aquellos viejos mecanismos resulta un tanto insatisfactoria. Hace unos veinte años Cate Blanchett aspiraba al Oscar por Elizabeth y hace once años lo volvía a hacer por Elizabeth: la edad de oro, aquellas dos películas de Shekhar Kapur que volvían con cierta energía al cine de reinas, palacios e intrigas palaciegas. Tuvieron su repercusión en el momento, pero está claro que ya lucen avejentadas. Y así como las princesas de la animación fueron reformulándose en la última década, al cine qualité ya no le alcanza con la imponente dirección de arte y una espectacular recreación (la película de Rourke hace un gran esfuerzo en todos estos campos), sino que deben, también, soplar los vientos de la época y convertir a sus personajes y su tiempo en un símbolo, en una metáfora de nuestro hoy. Vistas tantas veces estas historias en la pantalla, digamos que lo que moviliza ya no es tanto el carácter ilustrativo del pasado sino fundamentalmente el revisionismo y la actualización.

Las dos reinas se mete con las internas entre María Estuardo, reina de Escocia, y su par Elizabeth, dueña del trono inglés. En la lucha por el poder, y en las idas y vueltas con las que la estrategia política condenó a ambas mujeres a ser víctimas del propio poder. Como decíamos, la película busca renovar ese aire acartonado del cine de palacios y miriñaques, y lo hace fundamentalmente a partir del guión de Beau Willimon, experimentado guionista de la serie House of cards. Willimon adapta Queen of Scots: the true life of Mary Stuart, el libro de John Guy, con carácter contemporáneo y construye una estructura que se asemeja mucho al de las series (ese objeto narrativo del presente), especialmente en el uso de giros que estiran el relato hacia delante. Es decir, Las dos reinas podría ser tranquilamente una miniserie, y cada dato que renueva el interés en la historia (engaños, traiciones, infidelidades, revelaciones) el final de cada capítulo que nos deje en suspenso. Hay que reconocer que esa dosificación de la información vuelve rítmico al relato, aunque eso no alcance del todo para convertirlo en una buena película.

Decíamos que el film de Rourke es uno de decisiones estéticas y estilísticas. Hay otras decisiones, además, que son temáticas y discursivas, y que buscan volver a la película funcional a una época donde el discurso feminista viene a reconstruir un imaginario social, pero además de elementos que hablan de su apuesta por lo inclusivo. No hay nada de malo en ello, y el cine también puede valerse de la historia como metáfora del presente. El problema surge cuando eso se logra sin la mayor sutileza y recurriendo a eslóganes demasiado evidentes, como algunas líneas puestas en boca de Saoirse Ronan y Margot Robbie que lucen extemporáneas con el relato. La propia historia de María Estuardo involucra tantos elementos que cuestionan los roles de género y lo masculino, que Rourke y Willimon terminan demostrando con su remarcada discursividad la poca confianza que tienen en el espectador. La operación de Las dos reinas queda desvirtuada, además, cuando en la carrera por instalarse en determinado imaginario pierde contra La favorita, film de temática similar que impacta de manera más efectiva en el cine del presente. La película de Yorgos Lanthimos, aún con sus desniveles y desaciertos, resulta más áspera y moderna para plantear cuestiones similares. Por lo tanto, Las dos reinas sigue siendo cine avejentado por más que haga todos los esfuerzos por ser lo contrario y se cuelgue de los reclamos actuales con el fin de alcanzar un poco de prestigio.