Eso ya se ha visto.
Centrado principalmente en la figura de Mary Stuart (Saoirse Ronan), reina de Francia y legítima heredera del trono de Escocia, el film de la directora Josie Rourke se encuentra cargado de alianzas y traiciones típicas de las historias con problemáticas palaciegas. Es a través del increíble diseño de arte, maquillaje y la bella geografía de los espacios naturales escoceses, que se sostiene el fuerte peso dramático y el valor artístico del film, elementos que se encuentran en sintonía con la impecable interpretación de la joven actriz protagónica.
Sin embargo, el film no logra percibirse o disfrutarse sin evitar recaer en muchos lugares comunes de los dramas de época —lo que lo convierte en uno más en una larga trayectoria de obras similares. Los arreglos y disputas entre la corona escocesa y la inglesa, entre la valiente reina Mary y la poderosa reina Elizabeth (Margot Robbie), destacan en su contenido pero no demasiado en su forma. Sin embargo, es interesante la manera en que la directora aborda el lugar de dos mujeres con mucho poder y el modo por el cual se refleja que las guerras, las traiciones y la avaricia son herramientas manejadas por el hombre y las instituciones eclesiásticas.
Siendo Mary parte de la fe católica y Elizabeth de la protestante, la iglesia es un elemento no menor dentro de las diferencias entre las dos monarcas, pero sobre todo lo es en manos de los hombres que se encuentran por debajo de ellas y que ansían el poder del trono. Si la fe mueve montañas, entonces la iglesia mueve la política y rige al mundo —al viejo y al nuevo. Es así como personajes como el clérigo John Knox (David Tenant) o el secretario de estado William Cecil (Guy Pearce), desde el poder de la iglesia y el político respectivamente, son ejemplos de las nefastas fuerzas que rigen igual de poderosas y vehementes.
Lo interesante de la figura de la reina Mary es la fuerza con la que prevalece ante todas las ataduras de poder y los actos deplorables llenos de injusticia que le van siendo impuestos a lo largo del film. Si bien la imagen de la monarca por momentos peca de ser idealizada como una persona noble y bondadosa ante todos los flagelos sufridos, lo cierto es que también es retratado para bien y con digna admiración la manera en que siempre intentó luchar por lo que es justo e independizarse de las imposiciones de su corte.
Que destaquen dichas características de la fuerte personalidad de la protagonista, ayuda también a marcar las diferencias y la relación en oposición que surge de la reina Elizabeth, quien admira la valentía de Mary pero no evita ser más que una herramienta al servicio de los hombros que anhelan el control de las dos naciones. Es en relación a la cercanía y distancia que se halla entre ambas mujeres y los temas mencionados que la mejor escena del film y el mayor momento de despliegue actoral es en la única escena que las dos protagonistas se encuentran a solas frente a frente. En este momento destacado, se puede observar a cada una despojada de todo, desnudando sus sentimientos en una escena que lejos de la frialdad cortesana y los diálogos cuasi en soliloquios, logra inundar las imágenes con sentimientos y pasión.
El film de Josie Rourke tal vez sufra del marco teatral y ceremonial con el que se suele asociar a esta clase de obras, y del que tiene en cuantiosa cantidad. Pero es gracias al talento y la energía con la que Saoirse Ronan demuestra haberse ganado el protagonismo, que el film logra prevalecer y no se vuelve sumamente tedioso de ver. Así, Las dos reinas no pasará a la historia como un clásico de la cinematografía pero la fortaleza de la figura de la reina Mary queda resonando con los ecos de su historia gracias al poderío de la actriz que se puso en sus zapatos y que llevó con honra la corona real.