Los peores vicios del “italianismo” ramplón aparecen puntualmente en esta fallida comedia costumbrista, un festival de exageraciones. Sin frescura, sin imaginación, los personajes son caricaturas desafortunadas que, cuando tratan de hacer reír, dan pena. Todo es grito, payasadas alrededor de una docena de tipos insoportables que a ratos son bobos y a ratos ridículos. Por suerte están ellas: lindas, vitales, audaces y lanzadas. El primer episodio es lamentable, el segundo es apenas mejor y el tercero, con Robert De Niro y Mónica Belluci, es el menos malo, pero lo mismo, da pena que De Niro tenga que hacer un strip ease para rescatar algunas sonrisas.