Desde Roma con amor
Tras la última entrega de Woody Allen, Roma vuelve a aparecer en la pantalla grande como el escenario privilegiado para los amores múltiples y mínimamente entreverados. Quien teje y desteje los hilos en esta oportunidad es Giovanni Veronessi, un director local menos hábil que el cineasta americano a la hora de configurar perfiles psicológicos y diálogos, pero igualmente eficaz en el registro de la comedia romántica con ápices disparatados.
Si en el filme de Woody un inspector de tránsito introducía al espectador en la gran arena del amor, aquí tampoco faltará quien auspicie (innecesariamente) de narrador y enmarque las historias varias: un cupido motorizado que dispara flechas hacia todos lados. La primera de ellas irá parar al pecho joven de Roberto, que dejará momentáneamente a su candidata en la capital para irse de viaje laboral a un pueblo costero. De cara al mar, y frente a una libertina y lunga rubia, el decidido abogado se sentirá menos certero. Paisajes soñados y dinámicos travellings ilustran con belleza el último coletazo de la adolescencia del confundido forastero. Nada que no se haya visto antes: un hombre asustado que a dos pasos del altar se rinde a los neuróticos encantos de una muchacha experta en quemar los manuales a la hora de amar.
Otra flecha y estamos de vuelta en Roma, con los ojos puestos en un prestigioso periodista enredado en las redes desquiciadas de una acosadora fémina romana. Tentado por la aventura, el personaje encarnado con maestría cómica por Carlo Verdone ni siquiera sospecha que una simple revolcada podría costarle tan cara. Es en este punto donde la comedia alcanza su mayor grado de eficacia. Y aunque el director se cuidó de reservar a Robert De Niro y Mónica Bellucci para el último bocado, la segunda historia sigue siendo la más lograda, la que se convierte en el delicioso jamón del medio del triple relato.
La sensual actriz italiana y el siempre exacto actor norteamericano vienen a poner la tapa de este apetitoso sándwich de amor y sexo, aderezado con clisés no perecederos: la bailarina nocturna redimida, el hombre duro que se despoja progresivamente de la coraza, y el final más universal de la dupla humana: un hijo y una casa. Tras dos horas de cinta, el tercer “manual del amor” cierra con una última máxima: de Cupido y sus líos no se salva nadie. Ni los recientemente maduros, ni los adultos asentados, ni los descreídos sexagenarios.