Una curiosa mezcla de estilos podrá ser una definición acercada a la idea detrás de “Las enfermeras de Evita”. Está por verse si esa mixtura le conviene o no en función de la historia real que éste documental quiere contar y acaso reivindicar.
Cuatro señoras (a las que hace referencia el título) están sentadas frente a cámara mientras la voz en off de Carlos D’agostino, extraída de una vieja edición de Sucesos Argentinos, va metiéndonos en tema. Mientras miran fuera de campo aparecen sus “versiones jóvenes” es decir, cuatro actrices vestidas de enfermeras que, en una muestra de teatralidad muy básica se colocan detrás de las protagonistas reales (una de ellas parece tentada de risa).
Esta primera toma tiene como propósito “avisar” al espectador de los tres pilares que a lo largo de poco más de 80 minutos serán el sostén estético y de contenido: realidad testimonial, material de archivo y ficción en el género musical. Hasta animación en stop motion habrá.
Así conoceremos los relatos de María Eugenia Álvarez (descubrió la vocación en un hospital), María Luisa Fernández (la menor de siete hijos de inmigrantes españoles), Lucy Rebelo (llegó a la argentina en 1937) y Dolores Rodríguez (la menor de ocho hermanos a quien llevaron de a poco a la vocación), cuatro de las cientos de enfermeras que pasaron por la escuela de enfermería fundada por Eva Perón, el Policlínico Perón, los trenes de Perón, el himno de las enfermeras, cuya letra por supuesto incluía a Eva Perón… Se podría confundir con una intención panfletaria si se analiza superficialmente, pero lo cierto es que esta parte de la historia Argentina se escribió bajo el emblema casi exclusivo de las icónicas figuras. Aislarse deliberadamente de este contexto sería un error histórico pero, desde este mismo lugar la inclusión de números musicales bajando línea en su letra se parece más a la adoración fanática que a la reivindicación.
Estos números musicales están grabados en blanco y negro (¿para amalgamarse con el archivo?) casi siempre en un mismo escenario y con encuadres estrambóticos que parecen decididos solamente por no tener a la gente cantando frente a una cámara fija en lugar de pensar su capacidad narrativa. Quedan lindos, lo mismo que las escuetas coreografías de Yanina Bolognese (parecen algo contenidas). En contrapartida, el canto y la música son impecables. Dan ganas de ver más trabajos de Gaby Goldman y Marcelo Kotliar; pero haciendo un musical en serio porque en el caso de ésta producción fílmica tienen tanto de buena realización técnica como de inconexión. Las cuatro actrices cantando son a la historia de la enfermería lo que “Annie”(1982) a la situación de orfandad. La diferencia es que el musical de John Houston (o su reciente remake) pretende (y lo logra) ser una comedia musical cuyas canciones son parte fundamental y homogénea del relato. Esto no ocurre en la obra de Marcelo Goyeneche. En ningún momento logra una justificación más que por el hecho de mostrar que puede hacerlo bien. Ni hablar de los momentos en que fragmentos del clásico ”Dios se lo pague” (1948) dejan de ser una anécdota querible para transformarse en una intención melodramática. Esto y las tres o cuatro canciones provocan hasta desconcierto. “no sé quién puede desearle el mal” reza uno de los versos del número sobre la muerte de Evita.
Poco a poco todo va siendo licuado. Lo que se dice en las entrevistas es montado con material de archivo para subrayarlo (la escena en el auditorio en donde se estudiaba, por ejemplo, que encima tiene a una actriz “en personaje” sentándose por ahí) ¿aporta a la historia que se quiere reivindicar? Por momentos parece que los relatos sobre la época por parte de las cuatro sirven más como copetes para el archivo que como testimonio contundente, consecuentemente la solidez del texto se va diluyendo.
Está la palabra de alguna especialista en el tema, imágenes como la asunción de Ramón Carrillo en el ministerio de salud, la situación edilicia de antaño montada con la actual, o sea, hay material antiguo repetido cientos de veces y otro muy pocas veces visto como el terremoto en Ecuador o el entrenamiento de las enfermeras.
Pese a todo “Las enfermeras de Evita” logra una progresión que eventualmente (gracias a esas voces sabias, cansinas, fuertes y convencidas de las protagonistas) conmueven. Dejan su huella en el documental. Es en definitiva un homenaje a estas mujeres comprometidas que pusieron (tal vez sin saberlo) una de las piedras basales originarias del reconocimiento de los derechos de la mujer.