La película se centra en los poco conocidos últimos años de vida de esa gran actriz del Hollywood clásico que fue Gloria Grahame, quien vivió una historia de amor en Inglaterra con un hombre mucho más joven que ella. Annette Bening, Jamie Bell y Julie Walters protagonizan este digno pero no particularmente logrado relato hecho para el lucimiento de su protagonista.
Curioso (y maravilloso) personaje del mundo del cine fue Gloria Grahame y curiosa es la historia que cuenta este filme, centrado en los últimos años de su vida. Ni la carrera ni la personalidad ni la situación en la que se encuentra en el momento en que se cuenta aquí su historia logran convertir a LAS ESTRELLAS DE CINE NUNCA MUEREN (FILM STARS DON’T DIE IN LIVERPOOL en el original) en un producto especialmente recomendable –se le notan demasiado los hilos “actriz famosa encarna a personaje trágico” lanzados en busca del Oscar– pero sirve para redescubrir a una actriz que los cinéfilos, especialmente los fans del cine negro, conocemos bien como la coprotagonista de clásicos como CROSSFIRE/ ENCRUCIJADA DE ODIOS, IN A LONELY PLACE/MUERTE EN UN BESO, THE BAD AND THE BEAUTIFUL/CAUTIVOS DEL MAL, THE BIG HEAT/LOS SOBORNADOS y HUMAN DESIRE/LA BESTIA HUMANA, entre las varias que hizo en los años ’40 y ’50, décadas en las que logró instalarse en la industria y hasta ganar un Oscar.
Como solía suceder en el Hollywood clásico, la industria despachaba rápidamente a las actrices una vez que llegaban a cierta madurez, más todavía si no eran grandes y todopoderosas divas. Y Grahame tuvo su década de, ejem, gloria entre sus 20 y 35 años para luego ir desapareciendo de las pantallas. Es cierto que su bastante volcánica personalidad, su alcoholismo, sus por entonces escandalosas relaciones de pareja (estuvo casada con Nicholas Ray y luego con el hijo que Ray tenía de un matrimonio anterior) y su posterior dedicación a la maternidad no ayudaron mucho para que la sigamos viendo en la pantalla grande, pero lo cierto es que era una actriz cuyo talento, personalidad y belleza dominaban la pantalla.
La película hace muy pocas referencias a su pasado y a las películas que hizo con Ray, Fritz Lang, Vincente Minnelli o Josef Von Sternberg. De hecho, cuando la vemos actuando en Liverpool en 1981 pocas personas parecen saber realmente quien era. Para ese entonces Grahame (Annette Bening) era una mujer madura que se acercaba a los 60 y sobrevivía actuando donde podía, en este caso en teatro en Inglaterra. El filme de Paul McGuigan (ACID HOUSE) va y viene entre 1979 y 1981 para centrarse en la relación que la temperamental y aún muy pícara actriz tuvo con un muy joven actor británico, Peter Turner (Jamie Bell), unos 30 años menor que ella. Comenzando por el final, cuando se enferma y decide quedarse en la humilde casa de Liverpool en la que Peter vivía con su familia (su madre es encarnada por otra gran actriz, Julie Walters), LAS ESTRELLAS DE CINE NUNCA MUEREN va y viene en el tiempo para contar los diferentes vaivenes de esa historia de amor y malos entendidos.
La película también se moverá entre Estados Unidos e Inglaterra, siguiendo los viajes de la pareja y mostrando su inicial romance, las complicaciones posteriores hasta llegar al presente narrativo cuyo eje es un cancer que la actriz sufre (vuelve a sufrir en realidad, ya que estaba en remisión) y por el que no quiere ya tratarse debido a todo lo que ello implica. Si bien la película transcurre en plena época del punk y la new wave británica, a juzgar por la dirección de arte y vestuario uno tiene la impresión que estamos viendo una historia que transcurre mucho antes, lo cual de por sí descoloca un poco y transforma al filme en algo más parecido a una fantasía.
La historia está claramente al servicio de Bening, armada para su lucimiento a través de un papel de una actriz canchera y provocadora, que no tiene problemas en salir con un joven de 30, y la que de a poco se va transformando en una mujer a la que no le gusta nada la idea de ser una enferma a la que deben cuidar y proteger. De hecho, buena parte del conflicto en un filme que durante la mayor parte del tiempo se apoya en el punto de vista de Peter, es su negación a admitir su enfermedad aún ante los más íntimos. Bening está muy bien en el rol, de eso no hay dudas, pero se nota demasiado el gesto. Y, especialmente sobre el final, casi el golpeteo a las puertas de los votantes del Oscar.
La “oferta” no resultó (el filme no tuvo nominaciones) ya que no es una película particularmente lograda (su temporalidad fracturada no ayuda, su historia de amor no termina de ser convincente y su guion nunca parece hacer pie) pero a la vez no deja de ser un producto digno, hecho con respeto, cariño y un toque de humor británico sobre una gran y bastante olvidada figura del cine clásico norteamericano. Una diva quizás “clase B”, como muchas de las películas que hizo, pero una que, como sucedió con esos filmes, debería estar en un panteón. Ojalá este filme sirva para que se la redescubra.