En esta oportunidad nos encontramos con una historia de amor fuera de lo común pero tan contundente como todas aquellas que dejan una marca profunda e inspiran libros que luego inspiran películas. Lo más destacable es, sin dudas, sus protagonistas, Gloria Grahame, una ex estrella de cine americana de avanzada edad que supo ser muy famosa y hasta ganó un Oscar (Annette Bening) y Peter Turner, un joven de Liverpool aspirante a actor (Jamie Bell). La pareja se conoce cuando se encuentran viviendo en la misma casa de huéspedes en Primrose Hill y rápidamente entablan una amistad que pronto se convertirá en algo más.
El tema de la diferencia de edad parece ser el gran elefante en la habitación, aquel detalle que no quiere llamar la atención pero, por mucho que se intente, es difícil dejar de lado. Sin embargo, esto no parece un desafío grande para Gloria y Peter. Ambos saben muy bien como construir una ilusión, después de todo, es la base de su trabajo como actores. Y Gloria es de las mejores. Es una mujer encantadora, exuda un tipo de sensualidad que ya no existe y que esta presente en todo lo que hace, desde fumar un cigarrillo hasta cualquier cosa que diga con esa voz cantada que hace que todo parezca una proposición, un coqueteo. Sabe como llamar la atención y mantenerla y si bien los años son evidentes, proyecta tanta juventud como cualquier veinteañera.
Es por eso que Peter cae en su ilusión, la ve como ella se ve, como es y como fue, no le queda otra que enamorarse de este ser maravilloso que tiene delante. Y así, el también se envuelve en la magia de Gloria, estar con ella es como formar parte de cualquier película icónica de los 50. Por momentos, ese es el tono que toman algunas escenas y la película remite al clima de las producciones Hollywodenses, como la escena en que Peter es recibido por Gloria en el aeropuerto en Estados Unidos y van manejando al costado de la playa.
En Las estrellas de cine nunca mueren la historia no transcurre de manera lineal sino que nos introduce en la vida de los personajes a partir de un reencuentro de la pareja, luego de haber estado separados por algún tiempo y con Gloria atravesando una grave enfermedad que no termina de asumir. Es interesante como se relata el pasado del amor que compartieron a través de unos flashback tan sutiles que las idas y venidas del pasado al presente suceden de la manera mas orgánica posible. Este recurso le brinda a la película una dinámica destacable y logra contraponer situaciones de alegría y liviandad con otras de mucha tristeza y dolor que dan cuenta de la relación compleja que une a los protagonistas. Hacia el final el director, Paul McGuigan, se permite jugar con un cambio en la perspectiva del relato, mostrando los hechos que llevaron a su separación primero desde el punto de vista de el y luego desde el de ella.
Queda por destacar lo increíble que son estos dos actores que cuentan con la tarea de dar vida a estos personajes. Annette Bening tiene una importante trayectoria, es reconocida como una gran actriz y lo es, logra encarnar a Gloria con total naturalidad, siendo fiel a su espíritu y a lo que conlleva semejante desafío. Es absolutamente maravilloso verla transformada en este papel con todos sus matices. Pero Jamie Bell, reconocido principalmente por su rol de Billy Elliot y no mucho más, no se queda ni un poquito atrás. Su interpretación es tan solida y bien lograda que te atraviesa, te parte al medio. Logra expresar las emociones mas complejas con tan solo una mirada.
No, las estrellas de cine nunca mueren. Viven con tanta luz e intensidad que encandilan, inevitablemente dejan una marca tanto en sus películas como en la memoria de quienes la conocieron, y ahí es donde habitan. El amor de Gloria y Peter es tan inmortal como ella es y esta película lo confirma.