Momentos cruciales, únicos. Meses de espera, estudio, preparación, pocas horas de sueño. Todo eso se va acumulando lentamente hasta que hace eclosión un día, el de dar un examen, parcial o final, en una universidad. Sobre esta temática angustiante para cada persona que decide estudiar, es que Eloísa Solaas plasmó la idea de filmar su ópera prima.
Allí están los alumnos. Solos o acompañados repasando el temario. Los pasillos de cada facultad son un hervidero. Los nervios, dudas, ilusiones y frustraciones se pueden apreciar durante el documental. Lo mismo que el instante más temido, estar frente al docente que lo bombardeará de difíciles preguntas. La cámara de la directora nos hace partícipes y testigos de los exámenes orales que suceden en diversas universidades, incluso hasta la de música.
Sólo de esto trata la película que tomó ciertos casos testigo a modo de ejemplo. Dentro de las aulas vemos quién sabe y está seguro de sí mismo. Los que dudan y salen a flote, o los que terminan hundidos. Quiénes tienen el temple de acero o los que les aparece la mente en blanco. Los aprobados o bochados, etc.
La directora los deja ser. No los interroga, ni busca emociones. La única melodía que suena en un par de ocasiones es la del muchacho que toca música clásica en el piano, frente a la mesa examinadora. Todo lo demás, es sonido ambiente, directo. La narración es puramente objetiva, políticamente correcta. No es el propósito de ser tendencioso, sólo se exhibe lo que puede ver el ojo humano. No se utiliza material de archivo, ni siquiera una voz en off para que nos guíe un poco o permitirnos conocer cuáles fueron las intenciones o motivaciones de la directora en narrar de este modo, una situación que ocurre miles de veces al año.