Cuando una palabra se repite mucho, vuela, se vuelve extraña. Y cuando se reúne, en una película, un sinfín de situaciones cotidianas de estudiantes universitarios, el resultado adquiere, también, un efecto muy particular. Es que la situación de dar examen, así mirada, puede resultar pavorosa y desopilante. La idea de Eloísa Solaas en esta su ópera prima, ganadora a la mejor dirección en la Competencia Argentina del Bafici 21, fue esa: poner una cámara a registrar estudiantes que preparan o dan examen. Esos orales cara a cara en los que el solo hecho de discursear, frente a un profesor atento, nos deja en blanco, temblorosos. Esas tardes de estudio, en casa o en la facultad, en la que intentamos incorporar, interpretar, textos o ideas complejos. O memorizar el programa hasta la extenuación. Son estudiantes de derecho, de arquitectura, de ciencias físicas, de diseño de imagen y sonido, de sociología, filosofía o piano. Con sus respectivos, pacientes docentes. Y algunas tomas áulicas. Con cariño y cuidado (por la puesta, los diálogos, el sonido), Las facultades no echa en falta ni necesita accesorios, voces en off ni información adicional. Como un fresco, una cámara espía que se mete en las conversaciones más curiosas de la vida social. Las de los estudiantes de las distintas carreras.