Misteriosa anomalía la de Las fiestas. Ejemplos: la heterodoxa variación de los encuadres, los diálogos, la historia de la hija de la mejor amiga de la madre, el pequeño viaje de Mali al pueblo, la escena final en la pileta. Y también las notas de un oboe que irrumpen sobre lo obvio para hendirlo. El punto de partida y el esqueleto de Las fiestas es el del género navideño, pero las escenas se desvían de la búsqueda de bienestar que suelen albergar tales películas. La de Rogers no será jamás un clásico de fin de año que se emite en televisión para acompañar al espíritu navideño. Lo único que comparte con ¡Qué bello vivir! de Frank Capra, modelo platónico del género, es un pequeño pesebre sobre la máquina de café en un hospital y unas guirnaldas sobre un cartel.