Tamae Garateguy toma con mano firme un desafío del que sale airosa: hacer un ambicioso cine de género. Un western atravesado por la violencia sangrienta, la persecución, los abusos, las maldiciones y el deseo desatado. Una suerte de Romeo y Julieta en una ambiente campestre, donde nace el amor entre la hija de un terrateniente monstruoso y el hijo de un cacique Huarpe, destinado a ser líder de su comunidad, con una esposa ya elegida por sus mayores. Esos jóvenes que huyen y hacen justicia por mano propia, en medio de tormentas, cielos rojos, desiertos inhóspitos solo desean estar juntos pero el destino parece marcado por las injusticias y el dolor. Los protagonistas de la historia, la pareja protagónica, Guadalupe Docampo y Nicolas Goldsmith, de muy buena química, fueron los que tuvieron la idea original de la historia que sirvió de base al guión de Diego Fleischer. Visualmente impactante, con actuaciones contundentes de Juan Palomino y Daniel Araoz. El film ahonda también en temas como el poder, la injusticia, la falta de comprensión del mundo joven, la cultura patriarcal incestuosa. La desmesura como sello, en el bien y el mal, la danza desesperada por imponer un amor lírico que florece entre tanta inocencia pisoteada.