Las furias fue el título elegido para el cortometraje que Tamae Garateguy filmó junto a los actores Nicolás Goldschmidt y Guadalupe Docampo en 2015. Cuatro años después, el terceto se reunió para retomar aquella historia –ahora en formato largometraje– atravesada por el amor, la tra(d)ición y la búsqueda de venganza.
La mayor duración le permite al guión de Diego A. Fleischer un mejor desarrollo de las motivaciones de los personajes y de sus contextos. Leónidas (Goldschmidt) es un joven perteneciente a la comunidad huarpe que tiene impreso en la piel el destino de ser líder de su gente y termina enamorado de Lourdes (Docampo), la hija de uno de los terratenientes del lugar (un maquiavélico Daniel Aráoz).
Desde ya que la relación no cae para nada bien en el núcleo de esas familias que ven allí una traición a los mandatos, motivando una separación forzosa que la pareja está dispuesta a interrumpir para iniciar un sanguinario raid con la libertad como norte.
La película de Garateguy trabaja temas coyunturales como la violencia de género y la situación de los pueblos originarios a través de ese deseo imposibilitado por un entorno poco favorable. Un romance con visos trágicos y toques de western que transcurre integrantemente en una zona desértica de Mendoza que el DF José María Gómez ilumina con tonos amarillos intensos, construyendo así una atmósfera opresiva y asfixiante.
Garateguy ya había mostrado su desparpajo a la hora de filmar el sexo en Mujer lobo y Hasta que me desates, y aquí continua en esa línea adosándole explosiones de violencia crudas y explícitas. Si bien sobre el final recurre a algunas vueltas de tuerca de guion vinculadas con lo sobrenatural que no funcionan del todo bien, el balance de Las furias es una experiencia intensa y atrapante.