Dentro de la temporada de estrenos que propone, jueves a jueves, el sitio www.cine.ar/play, y la señal de TV, la presentación de “LAS FURIAS” de Tamae Garateguy marca una notable diferencia respecto del resto de las presentaciones de las últimas semanas.
Garateguy como directora se muestra permanentemente inquieta y a la búsqueda de un lenguaje cinematográfico propio, diferente a todo, tomando riesgos y este es, fundamentalmente, el valor adicional que tiene “LAS FURIAS” por sobre la mayoría de las producciones estrenadas en las últimas semanas.
La directora de trabajos colectivos como “UPA!” y “UPA 2!” iconos del cine independiente filmadas junto a Santiago Giralt y Camila Toker y los suyos propios, tan rupturistas, diferentes y con una estética poco frecuente en el cine nacional, como “Hasta que me desates”, “Pompeya” y su inolvidable “Mujer Lobo”, siempre está apostando a la mezcla de géneros y por sobre todo a un abordaje narrativo novedoso y a un planteo estético que sale de los carriles tradicionales y el tratamiento convencional.
En este caso, si bien la historia de amor toma los elementos más clásicos del género que incluyen la tragedia y el amor prohibido, la forma en que Garateguy elige contarla, no respeta una línea temporal en forma cronológica y va armando lentamente su juego narrativo saltando del pasado al presente e inclusive jugando con una cierta idea presentar imágenes de un futuro, antes de que sucedan, generando una particular idea surrealista dentro del relato.
Ese juego del tiempo hace que una simple historia de amor entre Lourdes (Guadalupe Docampo), hija de un fuerte terrateniente, y Leónidas (Nicolás Goldschmidt), un muchacho de la comunidad originaria que rompe abruptamente el mandato familiar renunciando a contraer matrimonio con su prima, pueda ser presentada de una manera novedosa y distinta.
Este encuentro casual y sobre todo, la pasión desbocada que los impulsa, hace que los protagonistas vivan este romance (muy al estilo Shakesperiano de “Romeo y Julieta”) desafiando todos los mandatos y las culturas tradicionales de cada uno de sus pueblos que llevan sobre sus espaldas, desde donde se irán tomando los elementos más clásicos: sabemos que cuando se intenta “desafiar” al destino que los dioses habían propuesto para cada uno de ellos parecerá la tragedia inexorablemente y desatará esas furias a las que el título hace referencia y que se vinculan con los castigos atávicos y las fatalidades condenatorias al romper las reglas.
Aparecen, algunos más escondidos que otros, los guiños al cine de autor en gran cantidad de escenas, donde Garateguy tiene la capacidad de mezclar, sin que suene desbordado ni discordante, géneros tan diferentes como una historia con tintes de road movie atravesando paisajes mendocinos secos, desérticos y de montaña, en donde se amalgaman una historia con pueblos originarios, un western que puede hasta asociarse a un espíritu gauchesco y saltar, desde ahí, a la violencia más extrema, inclusive, coqueteando con algunos tintes de cine gore.
Entrelíneas puede leerse un texto con reescrituras para que cobre una sólida vigencia: aparecen la violencia de género, relaciones familiares endogámicas y violentas dentro del marco de un agresivo patriarcado y abusos de diferentes tonos (en la piel de un Daniel Araoz siempre impactante). Será exactamente dentro de este ámbito y con todos estos elementos, que se presente esta historia de amor atravesada por un relato de venganzas cruzadas, que se va internando en el horror para llegar a bordear por momentos donde se interpone lo fantástico y lo sobrenatural y donde aparecen elementos de rituales y profecías con arraigadas creencias ancestrales de cada uno de los pueblos de los protagonistas.
Tamae Garateguy logra darle una nueva vuelta de tuerca a una historia de amor prohibido con ese destino trágico, la purga de un karma que deberán expiar por el sólo hecho de haber atravesado todos los límites de sus propias imposiciones culturales, aquellas de las que los protagonistas intentarán escapar en un escenario que en por algunos momentos, se anima a la distopía y el apocalipsis.
“LAS FURIAS” se completa con una apuesta técnica que sorprende y está por encima del promedio: una fotografía que trabaja con diferentes texturas, juega con los colores y saturaciones, con paisajes desérticos y montañas cobrizas, un montaje por momentos frenético y veloz y una banda de sonido que acompaña a la tensión del relato e inclusive. Todo un despliegue visual y técnico en el que se esconden, por momentos, las irregularidades de un guion que no logra una total cohesión y una cierta armonía entre todas las subtramas –quizás demasiadas- que propone.
En alguna de ellas, Garateguy logra el impacto deseado pero en muchas otras la sobreabundancia de elementos atenta contra la precisión del relato y sobre todo, algunas de las actuaciones enfrentan momentos excesivos y subrayados que se oponen demasiado fuertemente al naturalismo con que se presenta al resto de los personajes.
Aún con algunas imprecisiones y estos momentos menos logrados, el trabajo de Garateguy apuesta a lo diferente y no tiene miedo de jugarse por ideas fuera de lo común y aun cuando eso implique algún desacierto, como realizadora a la búsqueda de su propia marca de autora, prefiere apostar a forjar ese estilo de búsqueda estética y artística por fuera de lo ya visto, que es justamente lo que se celebra y se prioriza de este, su último trabajo, “LAS FURIAS”.
POR QUE SI:
«Garateguy apuesta a lo diferente y no tiene miedo de jugarse por ideas fuera de lo común»