Basada en la novela de Claudia Piñeyro (habitué del éxito en la venta de sus libros y en sus adaptaciones al cine, como en “Las viudas de los jueves” y “Betibú”) la película se inicia con una intriga que luego se desarrolla en base a recuerdos y remite a un hombre que reclama por unas grietas que aparecieron en su departamento por culpa de una construcción aledaña. Ese hombre se enfrenta a los arquitectos responsables del futuro edificio. En ese nudo se desarrolla una trama que va del presente al pasado y luego hacia un futuro sorprendente, donde cada personaje se revela en sus ambigüedades, su defensa de una vida más o menos acomodada, sus miedos, sus caras más feroces, sus secretos mejor escondidos y en un resquebrajamiento que no solo ocurre en las paredes sino en la personalidad de cada uno de los interesados. Con un guión sólido del director Nicolás Gil Lavedra y de Emiliano Torres, la película se muestra precisa, con buen ritmo y con el lucimiento de un elenco que reúne a muy buenos actores: Oscar Martinez siempre inquietante, Joaquín Furriel en una elaborada y muy buena actuación, Soledad Villamil, Laura Novoa, Santiago Segura. Un suspenso continuo, una mirada inteligente para cada uno de esos personajes revelados sin miramientos, casi como un fresco de nuestra clase medianamente acomodada, el placer de ver el film es constante.