Otra nueva adaptación de los relatos de Claudia Piñeiro llega a la pantalla. Esta vez se trata de Las grietas de Jara, de la mano de Nicolás Gil Lavedra, en una puesta que balancea el thriller con la mirada social aguda. Si bien el cine argentino siempre fue algo “temeroso” en adentrarse al cine de género.
El policial, o el thriller de suspenso nunca dejó de ser popular entre nosotros. Prueba de esto son los relatos de la autora Claudia Piñeiro que en los últimos años han sido llevados a la gran pantalla con bastante éxito y efectividad. Comenzando por el más popular "La viuda de los jueves", y de la que ahora, se estrena "Las gritas de Jara" de 2009, oportunamente Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Lo primero que sorprende de Las grietas de Jara son los nombres detrás de cámara.
Su director es Nicolás Gil Lavedra, tras su debut con "Verdades Verdaderas" y el corto "Identidad perdida". ¿Cómo puede abordar un director tan comprometido, que logró retratar con tanta sensibilidad la vida de Estela de Carlotto, abordar una película de género puro como "Las grietas de Jara"?
Precisamente, con mucha sensibilidad. Quienes hayan leído las novelas de la autora, o visto alguna de las películas basadas en ellas, sabrán que suele retratar con una mirada algo oscura la vida de la clase alta, o media acomodada, vernácula; en las cuales pareciera que los crímenes siempre pueden ser una opción a mano para tapar algún secreto.
Con este material en mano, sumado a la colaboración como co-autor de Emiliano Torres, que viene de dirigir la bellísima "El invierno" – película que también guarda una mirada social personal muy profunda y delicada –, Lavedra aporta a "Las grietas de Jara" una pendulación permanente entre el suspenso y una crítica a ciertos postulados de clase. Leonor (Sara Sálamo) llega al estudio de arquitectura Borla & Asoc. Preguntando por un tal Nelson Jara.
Tanto el dueño del Estudio, Mario Borla (Santiago Segura), su socia Marta Horvath (Soledad Villamil), y su empleado – también arquitecto – Pablo Simó (Joaquín Furriel), dicen desconocerlo, aunque se palpa el nerviosismo. Un posterior encuentro entre Pablo y Leonor comenzará a correr el velo de la verdad.
Nelson Jara (Oscar Martinez) es el dueño de un departamento, que mantuvo una fuerte disputa con el estudio de arquitectura, luego de que en su living aparecieran una grietas, probablemente producto de una construcción lindante que Borla & Asoc. está llevando a cabo.
Como buen empleado, Pablo será quien deba tratar con Nelson y, de a poco, las grietas de ese living comenzarán a trasladarse a otras áreas. Los personajes de Las grietas de Jara están fuertemente delineados. Cada uno tiene características muy marcadas que colaboraran con el desarrollo que pretende otorgársele a la historia, algo bastante común en las obras de Piñeiro. Simó es un idealista apagado. Tiene grandes ideas como arquitecto, que se contradicen con los intereses del estudio para el que trabaja, y por lo tanto, termina relegando.
Tampoco su vida personal es demasiado feliz, su relación con su amargada esposa (Laura Novoa) no es de las mejores. Tampoco encuentra refugio en la paternidad. Mario y Marta serán las caras de lo que Pablo quiere y no quiere ser, ahí se encontrará el gran litigio del film. Nelson Jara será el detonante.
El acierto en la adaptación de Lavedra y Torres será correr parcialmente el eje del suspenso para centrarse en la figura de Pablo y sus contradicciones. También mostrar que ninguna de las partes puede ser totalmente limpia. Si por un lado esta elección de otorgar una focalización social juega en contra al armado del thriller, que por momentos se siente algo esquemático o rutinario; su punto de vista le otorga una firmeza en los planteos sin necesidad de ser declamatoria, o sin temor a serlo.
Algo que hace recordar mucho al cine de Marcelo Piñeyro y a la subvalorada Showroom de Fernando Molnar. Apoyada en otra magistral interpretación de Joaquín Furriel, acompañado correctamente por Oscar Martinez, Santiago Segura, Soledad Villamil, Sara Sálamo y una Laura Novoa en quien recae ser el botón de fuga; Las grietas de Jara es un film con mucha fluidez que siempre mantiene nuestra atención pese a que por momentos pareciera dispersarse en diferentes aristas.
La elección de una fotografía seca y poco luminosa (aunque nunca oscura), el trabajo en el montaje, sumado a la banda sonora de Nicolás Sorín, completan un cuadro de situación que cala hondo en las sensaciones que pretende dejar el film.
Nicolás Gil Lavedra toma "Las grietas de Jara" y se la apropia, le otorga los elementos de un director con mucha responsabilidad y sensibilidad, como lo demostró en sus trabajos anteriores. La correcta elección en los rubros técnicos, un sobresaliente Furriel bien acompañado, y una potencia en el relato que sabe bien dónde enfocarse, completan una película que satisfactoriamente termina siendo mucho más de lo que prometía.