Las grietas de Jara es un buen thriller nacional aunque su título poco ganchero indique lo contrario.
Entiendo que no cambien el nombre dado a que se trata de una adaptación de Claudia Piñeiro publicada en 2009.
Esta es la cuarta vez que se lleva al cine una obra de la popular escritora. Mis preferidas siguen siendo Las viudas de los jueves (2009) y Betibú (2014), pero este estreno puede llegar a ser más cercano al espectador que los otros títulos citados.
Sobretodo si se vive en la Ciudad de Buenos Aires, las locaciones y situaciones se verán muy familiares. Motivo por el cual se crea una pertenencia que ayuda a la empatía con los personajes.
Aunque no es su mejor laburo, Joaquín Furriel está muy sólido como el joven arquitecto que sirve como hilo conductor de toda la historia.
Por su parte, Oscar Martínez está bien construido como una especie de villano. Sus miradas, diálogos e incluso pausas generan tensión en cada plano en el que aparece.
Y tras unos años de ausencia, vuelve al cine Soledad Villamil y se nota que la pantalla grande la extraña. El gran Roger Ebert escribió en la crítica de El secreto de sus ojos (2009): “Es mi tipo de mujer”, y cuanta razón tenía. Su papel aquí legitima toda la historia.
Nicolás Gil Lavedra, quien viene de dirigir Verdades Verdaderas, la vida de Estela (2011), cuenta bien en lenguaje de thriller un guión limitado.
La fotografía es muy buena, a tal punto que todo lo que se encuentra en torno a los personajes adquiere otra dimensionalidad. Mención especial al climax.
En definitiva, Las grietas de Jara es buen entretenimiento para esta época del año. Un producto de calidad.