La cambiadita
Eva (Silvina Acosta) vive junto a su novio, Lucho (Esteban Meloni), en un pequeño departamento. Forman una pareja bien complementada en lo sexual, algo fetichistas, adeptos a los juegos eróticos y al uso de juguetitos. Cierto día suena el portero eléctrico y Eva escucha del otro lado la voz de Sofía (Florencia Braier), su hermana, quien regresa de Europa con su bartulos dispuesta a quedarse un tiempo junto a ellos, en el departamento.
Y se queda. Para disgusto de Eva, y cierto gusto para Lucho, que desde el inicio muestra algo de interés en la recién llegada. Las cosas se complican cuando Eva comienza a dar clases particulares de inglés a un adolescente, cuya madre fotofóbica y sobreprotectora -desopilante Soledad Silveyra- piensa que es gay.
Los directores plasman la historia dentro de una estética algo kitsch, forzada hacia la farsa y con ánimo de provocación constante mas no siempre efectivo. Sin embargo, la apuesta por sumar conflictos, y así alcanzar un crescendo dentro de la trama, logra redondear un filme que en su segunda mitad consigue entretener y finalizar satisfactoriamente.