Yo quiero ser una hermana Almodovar
Las hermanas del título del film son Eva y Sofía, personificadas por Silvina Acosta y Florencia Baier respectivamente.
Dos hermanas que son el claro reflejo de dos polos opuestos provenientes de una familia completamente disfuncional, estas hermanas L. (apócope de Legrand, obviamente recortado para no herir a ninguna diva vernácula) rompen con todos los registros de lo "políticamente correcto": su padre es ahora un salido del closet que da clases plagadas de espiritualidad new-age, su madre una diva, estrella indiscutible... pero de eso, hace ya muchos años -aunque ella no acepte fácilmente el paso del tiempo-.
La historia arranca cuando Sofía vuelve de Barcelona y sin pedir demasiado permiso se instala en la casa de Eva, en donde vive con su marido Lucho (Esteban Meloni). Ella trabaja como profesora de inglés mientras que Lucho repara computadoras.
Sofía vendrá entonces a romper con el equilibrio endeble de esta pareja desde todo punto de vista.
Luego de otro film dirigido entre varias manos como UPA! (2007) y de su debut como solista con "Toda la gente sola", Santiago Giralt ahora nuevamente en grupo presenta un panorama desenfrenado, aparentemente muy risquée y lanzado, pero que pasados los primeros minutos se aventura como un universo ya conocido al haber visto todos films de Almodóvar, a los que de una manera u otra les rinde una especie de homenaje y le dedica la gran mayoría de los guiños.
Pero a veces, arriegar mucho tiene sus beneficios y otras veces, como en "Las Hermanas L." poner tanta bizarrez junta, termina generando un producto demasiado desparejo, desprolijo y ocnfuso, con solamente algunos destellos de humor que no logran sostenerse a lo largo de toda la película, habiendo inclusive algunas escenas de las que ni siquiera se entiende su sentido y su inclusión dentro del guión.
La pelicula respira un aire de década ochentosa (donde el cine tomaba estos elementos como para parecer transgresor y nuevo) pero por supuesto que ahora, pasados más de veinte años, que salga un consolador de una valija, que el cuñado se acueste con la cuñada mientras su propia esposa duerme, que una de las hermanas trate de masturbarse en la bañadera -emulando a la Victoria Abril de "Atame"- ya no asusta a nadie, no parece divertido, ni parece transgresor: parece copiado.
Y si no aparece nada más que eso, promediando la película ya nos invade la certeza de que todo el destello inicial de un producto desopilante, se va desbarrancando sin remedio porque tiene muy pocos puntos de dónde sostenerse.
Estos puntos más fuertes son algunos aciertos en el casting, sobre todo, en los personajes secundarios sumamente pintorescos, con una mención totalmente aparte para el personaje de Soledad Silveyra como la madre de uno de los alumnos particulares de Eva con un registro francamente desacostumbrado para la actriz, que logra tener momentos completamente delirantes con su escritora fotofóbica, madre completamente preocupada por la sexualidad de su hijo que vive encerrado con un "primo" con quien intenta estudiar en su habitación.
El diseño de títulos completamente ingenioso y una lanzada dirección de arte ayuda a seguir el sentido lúdico que predomina en el film. Pero el guión parece en algunos momentos erráticos, en otros demasiado improvisado y con mucha dificultad para construir una historia divertida, interesante y que no pierda el tono que había prometido en el inicio.
Nada de esto se cumple por completo, aunque de todos modos queda flotando una aureola kisch y desvergonzada que puede rescatarse a favor de este film de Giralt que sin duda pasará por las carteleras sin pena ni gloria, pero que apuesta a un cine argentino diferente, aunque no logre convencernos del todo.