La magia oculta
Con un trabajo sorprendente de Gary Oldman, el inglés Joe Wright cuenta las horas decisivas del verano de 1940 en el que Churchill toma las riendas del Reino Unido.
Hasta los que ignoramos con dedicación los detalles de la Historia sabemos que Winston Churchill fue quizás EL personaje fundamental de la Segunda Guerra Mundial (bueno, quizás después del propio Hitler), el responsable de suceder al pusilánime Neville Chamberlain y llevar al Reino Unido a la guerra, negándose a negociar con el Tercer Reich en un momento en que esta decisión era realmente peligrosa y podía llevar al país a la destrucción.
El inglés Joe Wright toma los hechos fundamentales del verano de 1940, en el que Churchill toma el mando del país y le da un giro de 180 grados a la política exterior, y junto con el guión de Anthony McCarten (La teoría del todo) logra una película redonda y eléctrica, cuyos defectos –que los tiene– pasan más bien por el didactismo, la falta de ambigüedad y los límites propios del género.
Aunque no habría que echarle la culpa al género testimonial: pienso en Jackie, de Pablo Larraín, que también cuenta la historia real de un personaje histórico fuerte (Jackie Kennedy) tomando un breve lapso de tiempo (los momentos posteriores al asesinato de John F. Kennedy) y consigue una película potente y singular. Como diría Miguel Ángel Russo: son decisiones.
Y al igual que la Jackie Kennedy de Natalie Portman, el Churchill de Gary Oldman (fortísimo candidato al Oscar) por momentos parece demasiado caricaturesco. Sus defensores dirán que se trata de un mimetismo colosal: así eran, y el genio de los actores (y, en el caso de Oldman, de los maquilladores) está en capacidad de imitar. Pero es cierto que al principio todo parece de cartón, y no es hasta promediando la película que uno es capaz de ver ahí a un personaje en toda su profundidad y no a “alguien haciendo de”.
La virtud es en parte de Joe Wright, un tipo que está lejos de ser un artista consumado o un autor, pero que maneja las clavijas de su oficio con un profesionalismo poco común. Especializado en adaptar novelas prestigiosas (en particular se destacan sus versiones de Orgullo y prejuicio y Ana Karenina), tiene la capacidad de construir una narración ágil con elementos que en otras manos podrían producir un objeto vetusto y corroído.
Las horas más oscuras transcurre en palacios, oficinas, entre discursos y el sonido de las máquinas de escribir, y aún así logra transmitir emoción y tensión. Temáticamente, es prima hermana de Dunkerque, otra de las nominadas al Oscar, que transcurre en el mismo verano pero en el frente de batalla. Mientras que la película de Christopher Nolan –aun con sus virtudes– comete el error de complicar la narración como si lo que estuviera contando no bastara para conmocionar al espectador, Las horas más oscuras hace lo contrario: cuenta una historia pareciera necesitar de alguna vuelta de tuerca narrativa, de alguna magia estética, pero la cuenta con una sobriedad que sorprende. Evidentemente, la magia está, solo que no a la vista.