Las nueve piezas del juego. Las horas más oscuras (Darkest Hour, guión de Anthony McCarten, dirección de Joe Wright), es la típica recreación de hechos y figuras de la Historia (en este caso, el rol de Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial) resuelta de manera plana y con rústico criterio didáctico. Fechas sobreimpresas, exaltados discursos, frases perspicaces y predecibles textos en el desenlace (contando cómo continuaron los acontecimientos) enmarcan la rutinaria dramatización, con Churchill como una especie de showman moviéndose entre haces de luz. En cine, hay muchas maneras de hacer que los pormenores de una guerra interesen al espectador poco informado: Las horas más oscuras acude a la cómoda táctica de darle relevancia al personaje de una joven secretaria, a quien el Primer Ministro británico le explica cosas con pedagógico paternalismo. Encarnando a Churchill, Gary Oldman vuelve a demostrar que es un actor dúctil, aunque lo suyo aquí no supera los excelentes trabajos interpretativos de Timothée Chalamet en Llámame por tu nombre, Daniel Kaluuya en ¡Huye! y Daniel Day Lewis en El hilo fantasma. Argumento que poco importará a la hora de los premios, teniendo en cuenta la confusión entre actuación e imitación que suele advertirse entre los votantes de la Academia de Hollywood, así como su deslumbramiento por tics gestuales acompañados de disfraces, pelucas y maquillaje.