QUE EL ÚLTIMO APAGUE LA LUZ
Ya denle a Gary su Oscar y punto.
Cada tanto, aparece esa película que tiene todos los elementos que le gustan a la Academia. Eso no significa que sea una gran obra cinematográfica, sólo una historia correcta que no se sale de las convenciones, ni arriesga lo suficiente para destacar en otras áreas. Generalmente están basadas en hechos y personajes reales, son el vehículo para que se luzcan sus actores y, sí, son muy inglesas. En seguida se nos viene a la cabeza “El Discurso del Rey” (The King's Speech, 2010), este año tenemos “Las Horas más Oscuras (Darkest Hour, 2017).
Si lo pensamos bien, la película de Joe Wright (“Orgullo y Prejuicio”, “Expiación, Deseo y Pecado”) funciona como ‘precuela’ de “Dunkerque” (Dunkirk, 2017), contando los acontecimientos previos a la evacuación de las playas francesas del otro lado del charco, desde los cómodos sillones del parlamento británico donde, como diría el señor Dawson (Mark Rylance) en la película de Christopher Nolan: “Los hombres de mi edad dictan el curso de esta guerra”.
La guerra en cuestión, es la Segunda Guerra Mundial, y “Las Horas más Oscuras” se enfoca en la polémica figura de Winston Churchill (Gary Oldman), político del partido conservador no muy bien visto por sus colegas ni el monarca de turno, en este caso Jorge VI (Ben Mendelsohn), empujado a convertirse en Primer Ministro, justamente, para afrontar estos tiempos de conflicto.
Estamos en mayo de 1940, en los primeros meses de la guerra, donde los ingleses se creían muy confiados y descartaban el poderío (y la amenaza) alemana. Cuando Hitler invade Francia cambia las reglas del juego, obligando a los británicos a tomar una decisión: rendirse bajo sus condiciones o afrontar el destino que les espere en las playas de Dunkerque donde terminaron concentradas casi todas sus fuerzas.
Esta es la disyuntiva por la que atraviesa Churchill, a días de asumir su cargo, lidiando con la oposición de sus propios colaboradores y miembros de su partido que buscan la “conciliación” y la salida más fácil. Wright se mete en la cabeza de Winston, en los salones y los bunkers, describiendo al personaje mucho más que a la persona; un papel que, obviamente, le garantiza a Oldman todos los galardones, mucho más por su verborragia y sus peculiaridades, que por ser un protagonista que emocione más allá de sus discursos bien armados.
“Las Horas más Oscuras” es la típica película histórica donde destacan la puesta en escena y el vestuario de época, pero poco y nada puede lograr con la empatía y los sentimientos. Churchill tiene de elocuente lo que tiene de desagradable, aunque el director lo presente bajo una luz más romántica.
Wright sabe cómo filmar (recordemos ese gran plano secuencia, justamente en Dunkerque, de “Expiación, Deseo y Pecado”), pero su historia cae en todos los lugares comunes, y casillas, que necesita la Academia para aprobar a una nominada. Más allá de eso, y la actuación de Gary Oldman, poco y nada se puede sumar a una película que ya vimos una y mil veces.
Lo más destacado, tal vez, es mostrar a Churchill en sus momentos más cotidianos, y otros tantos vulnerables. Situaciones que lo humanizan y lo despegan de esa imagen de manual de historia, donde podemos ver el verdadero peso que recae sobre sus hombros en este momento crucial para los acontecimientos del siglo XX. Curiosamente, la escena más “emotiva” (cortesía del guionista Anthony McCarten) es pura ficción y no se atiene a los verdaderos hechos, pero igual resume y sirve para ejemplificar esta necesidad del político de despertar el espíritu patriota del pueblo británico, en parte, para justificar sus propias decisiones.
“Las Horas más Oscuras” se liga directamente a ese patriotismo creciente, a esa resistencia contra el enemigo aunque la guerra llegue hasta la puerta de casa, y el clásico discurso de Churchill (“Lucharemos en las playas…”) que, de alguna manera, justifica la derrota victoriosa de Dunkerque. Toda la película está diseñada para llegar a ESE momento, el lucimiento de Winston/Oldman, que debe convencer a partidarios y opositores de que la suya, fue la decisión más sensata.
Es una época de hombres, por eso, Wright desaprovecha a sus pocos personajes femeninos, ya sea la joven Elizabeth Layton (Lily James), la maltratada secretaria de Churchill; o Kristin Scott Thomas como su esposa Clemmie, el apoyo moral que necesita cuando vuelve agobiado a casa.
“Las Horas más Oscuras” funciona mucho mejor como contracara política de “Dunkerque” para aquellos interesados en la época. Por lo demás, es una historia correcta con buenas atmósferas y actuaciones, pero nada que vaya a perdurar en el tiempo salvo como “la película por la que Gary Oldman finalmente ganó el Oscar”.