Como es habitual, la temporada de premios suele incluir entre los galardonados a varias películas basadas en hechos reales o biopics que nos muestran las vidas de grandes personalidades de la historia, la cultura o de la política global. Estos films sirven de vehículos para que los actores puedan destacarse más que en otros relatos y así conseguir estatuillas por sus composiciones que traen aparejadas grandes transformaciones y/o sacrificios.
El aclamado director inglés Joe Wright (“Pride & Prejudice”, “Atonement”, “Anna Karenina”) nos ofrece un drama político que retrata a uno de los mandatarios más importantes de la historia mundial, en una etapa oscura de dirigencia durante la Segunda Guerra Mundial.
Winston Churchill no solo fue el primer ministro de Inglaterra sino una de las figuras clave para que los Aliados consiguieran derrotar al Tercer Reich. Los hechos que narra la película tienen lugar en 1940 cuando Churchill (Gary Oldman) se conviertió en el mandatario británico en un momento realmente complicado para su Imperio, pues los nazis avanzaban imparables conquistando prácticamente la totalidad del continente europeo y amenazando con una invasión a Inglaterra. Churchill debía entonces explorar la posibilidad de un tratado de paz con Alemania o ser fiel a sus ideales y luchar por la liberación de Europa. Winston se vio obligado a transitar un camino arduo y poco gratificante donde hasta algunos de sus colegas habían decidido dar un paso al costado para no fracasar en el intento. Fue así que, ante la adversidad y el panorama desalentador, pudo gestar la Operación Dínamo, aquella gigantesca evacuación de soldados ingleses y franceses que pudimos ver en la pantalla grande a principios del año pasado en el opus de Christopher Nolan que aconteció en Dunkerque. Todos estos acontecimientos formaron al líder que necesitaba Inglaterra para afrontar ese período oscuro.
Empecemos por lo más obvio. La composición de Gary Oldman es realmente brillante. Su transformación es impresionante y los matices que ofrece, en especial en los discursos que pronuncia el mandatario británico y su actitud frente al común de la gente y a su propia familia, hacen efectivamente disfrutable el relato. Nos otorga a un Churchill humano y dubitativo que estudia fríamente las posibilidades de su dirigencia en el momento menos pensado por cualquier político. El excelso trabajo de maquillaje hizo que apenas podamos identificar los rasgos distintivos de Oldman, algo que puede desembocar en una difícil tarea para el actor, cuyas expresiones pueden llegar a verse modificadas. Sin embargo, el trabajo es impecable y probablemente le valga el Oscar a Mejor Actor en la próxima entrega de los premios. El resto del elenco acompaña muy bien al protagonista, en especial Kristin Scott Thomas (“The English Patient”) como la esposa de Churchill y Lilly James (“Baby Driver”) como la secretaria personal del gobernante.
Pero lo más destacable del film viene por otro lado. Generalmente, como mencionábamos al principio de esta reseña, las biopics buscan potenciar a los actores pero se quedan en el molde en lo que respecta a narrativa y a algunos apartados técnicos. Este no sería el caso de “The Darkest Hour”. El diseño de producción es impecable, como es de esperar en una película hollywoodense de época, pero también la dirección de fotografía y el trabajo de cámara de la obra elevan al producto final por sobre la media. El largometraje presenta momentos muy destacados y planeados desde lo visual, ya sean por un montaje logrado que propone algunas transiciones entre escenas bastante interesantes, hasta un breve plano secuencia que nos muestra la llegada de Churchill al Nº 10 de Downing Street conocido como la residencia del Primer Ministro. La dirección de Wright también es otro punto a mencionar, dándonos la sensación de que su trabajo como director buscó distinguirse de esa infinidad de retratos de personalidades reconocidas.
En síntesis, “Las Horas más Oscuras” es una película sobre la fuerza y el liderazgo, que se destaca por el gigante trabajo actoral de su protagonista y de una dirección que tuvo bien en claro desde el primer momento el curso que quería darle al relato. Un film bélico que muestra la cocina del asunto, donde se toman decisiones que afectarán a millones de personas. Una experiencia satisfactoria y reflexiva cuyo ritmo es mucho más vertiginoso de lo que podía llegar a esperar antes de su visionado, como resultado de una gran labor de montaje y de la técnica en general.