UNA COMEDIA ENCERRADA EN SU PREMISA
Es 1985. Dos familias vecinas de apellido García tienen una hija, el mismo día y en el mismo hospital. Unos, que ya tienen dos hijas rubias como la madre, se sorprenden porque la niña es “morochita”. Los otros, primerizos y con madre morocha y padre brasileño y de piel morena, se impactan de igual manera cuando reciben una beba rubia. En verdad, son los hombres de la casa los más shockeados, crisis machista filtrada inteligentemente en el film escrito y dirigido por Pablo José Meza. No hay premisa mala, se dirá, sólo malas elecciones en el abordaje. Y la premisa de Las ineses puede parecer forzada por momentos, pero no es lo que falla en el film, que tampoco es demasiado despreciable aunque sucumbe ante la imposición del costumbrismo y un grotesco aligerado como única forma de acercarse al humor.
Meza ya había experimentado con el cine de premisa en la igualmente fallida La vieja de atrás. Ahí había jugado a implosionar un universo asfixiante de puertas adentro, habitado por la señora Adriana Aizenberg y el joven Martín Piroyansky. En Las ineses, que es más abierta y utiliza más exteriores, la asfixia se siente igual. La película nace a partir del dato del intercambio de las niñas y las decisiones que toman sus personajes, y no puede avanzar más allá de ese origen, repitiendo la temática y los chistes en un loop algo molesto a medida que avanzan lo minutos (que tampoco son tantos: apenas 75). Es como si ese mundo de personajes simples, de gente de pueblo y de barrio, careciera de matices y niveles que le permitieran más complejidad y vuelo al relato. Por allí sobrevuelan cuestiones como las diferencias a la hora de afrontar la maternidad y la paternidad, la construcción de una identidad, las distancias culturales y sociales en la Argentina pegada al fin de la dictadura. Pero nada es demasiado profundo, y Las ineses se detiene demasiado en el juego de tensiones que se dan entre sus personajes (padre, madre, suegra, vecinos) con la repetición en los prejuicios que ya quedaron claros desde el arranque, a la vez que pone demasiado el foco en una de las familias, desbalanceando el interés por el retrato grupal.
Pero como decíamos, tampoco Las ineses es una película que moleste. Es una comedia amable, simpática, por momentos efectiva, aunque algunos pasajes de humor negro carezcan del timing necesario como para ser graciosos antes que incómodos, y es llamativo el montaje que recurre a elipsis algo abruptas, sobre todo a la hora de las definiciones. Y otro detalle que se relaciona con lo del abordaje: si la comedia cinematográfica argentina ha ido construyendo algún tipo de identidad, la misma se da a partir de la recurrencia del costumbrismo y el grotesco. Este año Angelita, la doctora fue una exponente clara de ese acercamiento a las tradiciones, aunque con la salvedad de ciertos frenos a la hora de exagerar en la coloración y los tonos. Esa autoconsciencia está más difusa en Las ineses, donde por momentos gana lo chillón. En todo caso, se trata de una búsqueda filiatoria con el pasado filtrada con las necesidades expresivas del presente. Algo germina, pero no termina de nacer. Como este film.