Cómo dejar de ser hermanas para empezar a ser madres
Agosto de 1945. Mathilde Beaulieu, una joven médica enviada por la Cruz Roja a Polonia, se encuentra de golpe ante una historia sobrecogedora: siete hermanas de un convento de clausura, que fueron violadas por soldados del Ejército Rojo, están embarazadas. El hecho sacude los cimientos del lugar y los muros de la fe. Una de las parturientas está en un grito de dolor. Mientras la madre superiora se encomienda a la providencia, otras buscan en ayuda en el afuera. Los votos impiden ser tocadas, pero el dolor esta allí. La tragedia plantea varios interrogantes. Por un lado ante la fe, que suele trastabillar mucho más de lo permitido: “Aquí tenemos 24 horas de dudas y un minuto de esperanzas”, dice esa hermana francesa que le pregunta a Dios por qué les mando semejante castigo. Y está el instinto maternal, que se sobrepone a los votos de castidad y que las obligará a dejar de ser hermanas para empezar a ser madres. Y el sentido de solidaridad, la piedad y la obediencia serán puestos a prueba cuando estas nuevas vidas confronten con la vocación y la religiosidad.
Anne Fontaine parte otra vez de un hecho real: el libro se basa en el diario íntimo de esa médica francesa. En un film anterior, Coco, antes de Chanel, mostró que sus historias están bien vestidas, pero son distantes. Y ahora, ante un desafío mayor, reitera sus lunares: cine académico, frío, que exige más intensidad y rigor, aunque es austero y respetuoso. Los diálogos son sustanciosos y la historia deja ver el drama de conciencia de esa médica que al exponerse nos muestra que todos en medio de una guerra sufren diferentes formas de vejación. Con su entrega, ella entreabre esas conciencias y esos portones tan cerrados. Las nuevas vidas que van llegando al convento, darán nueva vida a la internas. Y los llantos (primero de las embarazadas, después de los recién nacidos) acaso enseñe que puede haber una manera distinta de llamar a la fe desde otro lugar.