Secretos en el convento
En Las inocentes, la directora Anne Fontaine cuentan una historia de mujeres que sobreviven a fines de la Segunda Guerra Mundial.
Los dramas de la Segunda Guerra Mundial no se agotan en el Holocausto. Las inocentes cuenta una historia real que ha sido muy poco explorada en el cine: las atrocidades cometidas por el Ejército Rojo luego de liberar Polonia de los nazis. La directora Anne Fontaine (especialista en retratar mujeres y temas femeninos, no siempre con puntería, como en Coco antes de Chanel o Madres perfectas) se une al célebre guionista Pascal Bonitzer (responsable del libro de La belle noiseuse, de Jacques Rivette, y del de la anterior película de Fontaine, La ilusión de estar contigo) para hablar del que quizás sea el tema que esté en el corazón mismo de la tragedia que fue la Segunda Guerra: la fe.
Estamos en Varsovia en diciembre de 1945. El pais está devastado. La Cruz Roja francesa montó un hospital para ayudar a los sobrevivientes. Ahí trabaja como voluntaria Mathilde Beaulieu (Lou de Laâge), la protagonista de esta historia. Una monja polaca se le acerca y le pide ayuda. Mathilde le dice que hable con la Cruz Roja polaca, pero la monja insiste. Mathilde accede, va al convento y se encuentra con que una de las monjas está a punto de dar a luz.
La Madre Superiora (Agata Kulesza) le revela que unos meses antes, miembros del Ejército Rojo entraron al convento y las violaron. Como consecuencia, siete de ellas están embarazadas. Entre la culpa, la vergüenza y el terror, le dicen que no pueden informar de esto a las autoridades, porque cerrarían el convento. Mathilde acepta ayudarlas, a escondida de sus propios superiores.
Lou de Laâge, la protagonista que interpreta a Mathilde, es el corazón y el nervio de la película. Es una actriz francesa joven a quien yo no conocía y que tiene todo para ser una estrella. Esta es la primera vez que la podemos ver en la pantalla grande en nuestro país, pero se consigue para bajar Breathe, de Mélanie Laurent -si, Shosanna de Bastardos sin gloria dirige películas-.
Mathilde viene de una familia comunista -suponemos anticlerical- y su choque con la cosmogonía de las religiosas hace avanzar la trama. En un mundo desmoronado, en el que Dios parece estar ausente -pero también el Estado-, las monjas y Mathilde resultan tener más cosas en común que las que ellas mismas imaginan: en definitiva, son mujeres en un mundo de hombres salvajes que empuñan armas largas y visten uniformes.
A Agata Kulesza, la actriz que interpreta a la Madre Superiora, sí la hemos visto: es la tía de Ida en la película homónima que le ganó el Oscar a nuestra Relatos salvajes. Y hay algo en común entre Las inocentes e Ida, además de la presencia de Kulesza y del tema religioso: las consecuencias que tuvo la ocupación alemana y la posterior ocupación soviética en la sociedad civil polaca.
A estas tres mujeres -Fontaine, de Laâge y Kulesza- les podemos sumar a Caroline Champetier, la directora de fotografía, que consigue una imagen extraordinariamente limpia e imponente, tan expresiva dentro del convento como afuera en la nieve del invierno polaco. Mujeres que cuentan una historia de mujeres de hace setenta años pero que resuena todavía hoy.