Cuestión de fe.
Agosto de 1945 en un convento cerca de Polonia, en el medio de la nieve las religiosas viven a puertas cerradas y nadie sabe lo que han sufrido allí adentro durante la guerra, hasta que una joven novicia desobedece a la Madre Superiora y escapa hacia el pueblo en busca de un doctor.
Luego de varias súplicas a médicos que la ignoraban mientras atendían soldados heridos consigue la ayuda de Mathilde Beaulieu (Lou de Laâge), una joven doctora de la Cruz Roja que la acompaña hasta al convento. Al llegar descubre que la monja a la que debe atender está en trabajo de parto, y hay varias hermanas en la misma condición, ya que han sido violadas por soldados del ejército rojo.
Al principio se niegan a recibir ayuda, y la única condición que ponen es que la doctora guarde absoluto silencio, nadie debe saber lo que sucede allí, ya que temen que la iglesia las aleje del convento si se entera de lo que ha pasado.
La doctora Beaulieu es una mujer independiente, fuerte, acostumbrada a pelear por su lugar en una época en que la medicina era cosa de hombres, pero no logra comprender a estas mujeres sumisas, sufridas, que pretenden arreglar todo rezando y con fe, aun así se solidariza con ellas y es capaz de poner en riesgo su trabajo para poder ayudarlas.
A simple vista el encuentro de la doctora con las religiosas representaría el planteo fe versus ciencia, pero la película profundiza un poco más allá de eso al mostrar la relación que cada religiosa tiene con su embarazo; algunas sienten rechazo por los bebés, otras ponen en duda su fe, y en algunas nace el deseo de protegerlos.
La historia es muy dura, y muestra desde un lugar muy trágico el rol de la mujer durante la guerra, son muchos los temas que toca y las reflexiones que despierta, pero a pesar de lo interesante que es el argumento el filme no profundiza demasiado ninguno de los temas, quedándose en la superficie de todas las situaciones que muestra, y lamentablemente elige un final muy políticamente correcto para no herir susceptibilidades de ningún tipo de público.
La dirección es correcta, con una hermosa fotografía, al igual que las actuaciones, especialmente la de Lou de Laâge que construye un personaje muy interesante y lo interpreta con gran sensibilidad.
El filme es un drama que muestra un costado de la segunda guerra que generalmente no vemos en la pantalla grande, sin golpes bajos, con interpretaciones a la altura de la complicada temática, y con un final tal vez demasiado feliz para un contexto tan trágico, pero que deja al espectador con un poco de esperanzas.