“CHE, BOLUDA! ¡TE COMPRASTE UN CELULAR!”
Los 40,2° de Buenos Aires en Enero no son ningún obstáculo para un grupo de seis amigas que sueñan con un futuro mejor y un próximo verano en tierras caribeñas. Ellas, y sus anhelos de progreso son el eje de Las insoladas, un filme con mujeres que habla de mujeres, pero que también atrae a los hombres. Porque ellas se ven reflejas, pero ellos son curiosos y desean saber qué hacen seis minas todo el día en una terraza.
En las manos de Gustavo Taretto (Medianeras, 2011), el ambiente de Las insoladas se vuelve seductor. Ancladas en los años 90, el protagonismo coral de cada una de las actrices logra poner al descubierto aspectos tragicómicos de aquella década de pizza y champagne. El auge de las terapias psicológicas, los primeros radio taxi y el negocio del alquiler de VHS, entre otros, recrean la simpática atmósfera en la que seis mujeres deciden pasar un verano “gasolero”.
Al compás de Here comes the sun (The Beatles, 1969) el espacio físico de la terraza se transforma en el refugio de los sueños y la arena de un abanico infinito de posibilidades que nadie podrá quitarles. Ellas fantasean con el mar transparente y las playas de arenas blancas, mientras que el sol les hace arder no sólo sus cuerpos sino también sus mentes. Luisana Lopilato, Violeta Urtizberea, Elisa Carricajo, Carla Peterson, Marina Bellati y Maricel Alvarez le ponen el cuerpo a un atractivo conjunto de mujeres que sufren por amor, pero con sus hombres fuera de campo, lo que más les importa es su futuro.
Rodada íntegramente en exteriores y bajo extremas condiciones climáticas, el aspecto estético del filme propone una paleta de colores shocking que le da brillo a las actrices y al conjunto escénico en general. Plantear una película que sólo transcurre en un único ambiente puede parecer agotador, pero la terraza de Las insoladas se hace extensa y multifacética gracias al coreografiado movimiento de las protagonistas, y a la conciencia en la elección de cada rincón como escenario para cada una de las diferentes charlas que se suceden.
El concepto artístico del filme no es casual, y éste se ve reflejado en varios aspectos del mismo. Por un lado, la selección cromática antes mencionada; pero por el otro, la función rítmica que se propone al utilizar secuencias de montaje como intersección entre conversaciones a medida que aumenta el calor.
Las insoladas viven su mundo femenino con ansiedad, disfrutan su presente mientras que intentan salir de esa terraza, que como sitio de confort les brinda seguridad. Sin embargo, sus objetivos están en otro lado. Juntando dólares, y con alguna idea non santa, tal vez el próximo enero las encuentre entre habanos y ron.
Por Paula Caffaro
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