El regreso del peor costumbrismo
Al enorme placer que resultó ser el primer film de Gustavo Taretto, Medianeras, se le opone la enorme decepción que significa su segundo largo, Las insoladas. Aquel primer film era divertido, original, lleno de ideas de guión y también visuales. Acá ese aprovechamiento del espacio deviene en una rutina difícil de llevar adelante, repitiéndose en un sinfín de planos feos, que no lograr pegar en el montaje, agotando las ideas en los primeros minutos del film.
Seis amigas pasan un día en una terraza en el centro de la ciudad. Durante ese día charlan sobre diferentes temas, anticipan el concurso de salsa en el que participarán a la noche y planifican un viaje a Cuba para el año siguiente. Todo esto transcurre en la década de los noventa, y aunque son pocos los comentarios políticos tal vez se pueda intentar una mirada política sobre aquellos años. Mirada crítica, contraria, que muestra aquellos años como superficiales y tontos. Con sueños burgueses. Pero no sé si es lo más acertado exigirle una lectura política minuciosa de aquellos años a esta película.
Y lo que vuelve difícil una mirada precisa es que la película no produce suficiente material para el análisis político. Y lo que la convierte en la década del noventa es su iconografía y los diálogos, no una lectura profunda. Una de las chicas nombra al presidente Menem y todas las demás se tocan un pecho porque dicen que trae mala suerte. Sin duda es un pensamiento mágico, banal, que las ubica a todas en un lugar de tontas. Y la verdad es que las seis protagonistas son, en esencia, un despliegue de idiotez que va de lo un poco idiota a lo inaceptablemente imbécil. Es difícil, casi intolerable, escuchar sus diálogos durante toda una película. Sin espacio, casi, para salir de esa terraza.
La vergüenza ajena que producen desde el primer diálogo hasta el último es algo digno de mención. No es culpa de las actrices, sino más bien del guión y la dirección de actor. Una vez más el recuerdo de esa hermosa comedia romántica llamada Medianeras vuelve a aparecer y uno se pregunta porque no mantuvo ese tono. El más rancio de los costumbrismos cinematográfico argentinos aparece en todo su esplendor. El costumbrismo que en este caso se sumerge en lo grotesco, es anti cinematográfico. Los personajes son agotadores, los diálogos imposibles, la situaciones carecen de cualquier interés o complejidad. Y la manera geométrica y fragmentada de filmar de Taretto produce una combinación fatal con esa forma de construir diálogos, situaciones y actuaciones.
La pregunta que me queda por hacer es si es intencional el retrato de los personajes o es simplemente un error de todo lo que las llevas a ser así. Creo que el cine argentino ya había superado estas cosas y mi reacción frente a la historia confirma que me había desacostumbrado a esta clase de cine. No es común que me resulta difícil soportar una película cuando voy al cine, pero seriamente se hace muy complicado lidiar con una película así. Las insoladas se hace por momentos eterna, sus seis actrices están encerradas en personajes terriblemente tontos y la película a duras penas consigue un mínimo de empatía hacia ellas. Un mínimo de empatía para un largometraje con solo seis personajes que ocupan la casi totalidad del film y que están todo el tiempo en pantalla es muy poco. Si el director las desprecia o las ama es difícil de saber, lo mismo con respecto a la década que retrata. A juzgar por el efecto que tuvo en mí, yo diría que desprecia a ambas cosas, pero no sé si esa fue la intención. Como nota optimista aconsejo saltearse ese film y ver de nuevo o por primera vez Medianeras, que es una gran comedia romántica urbana.