Verano y empatía a flor de piel.
Flor es la ideóloga. Sol la tiene re clara. Vale tiene problemas. Kari es la psicóloga. Lala es re Susana. Vicky es muy Vicky. Así es como el trailer de Las Insoladas, la nueva película de Gustavo Taretto, nos presenta a las seis protagonistas que nos acompañarán por la hora y media que dura la película. Así es como Taretto nos presenta a las chicas.
Ahora bien, sería imposible y hasta injusto contar mucho más que eso. Imposible porque la trama no se mueve de la terraza en la que toman sol por todo un 30 de diciembre de un año noventoso, injusto porque esta es una de esas películas en las que es un lujo ir desgajando línea a línea para llegar al carozo de los personajes. Porque la realidad es que, superficialmente, Las Insoladas parecería ser una película muy superficial, muy sobre nada.
Pero Taretto nos presenta aquí un nada engañoso. Es el mismo nada que le atribuimos a seis chicas como estas, cuando asumimos que el sol frió su materia gris y que no nos queda más que reírnos de su estupidez. Es el nada de una época donde el materialismo lo absorbió todo. Es el nada de una terraza en microcentro, de no mostrar nada de Buenos Aires. Es un nada que en realidad no es tal.
La película es un fiel retrato de una época, que va desde sutilezas como Lala rebobinando un cassette con una Bic hasta conversaciones más políticas como las referidas a Cuba. Buenos Aires también dice presente en cada grado que va subiendo, en cada bocinazo y ambulancia que las devuelve a su realidad urbana, en cada línea que intercambian, que se siente tan porteña. La ciudad se nos aparece en una suerte de blanco y negro, mientras que las seis protagonistas son la única paleta de color que invade la pantalla. Y es que más allá del retrato de la ciudad que el director ya demostró poder hacer en su ópera prima Medianeras, más allá de lo astuto de retratar un momento político emblemático en la cultura argentina mediante seis chicas tomando sol en la terraza, el mayor logro de esta película está en sus personajes; no es casualidad que los colores que las representan sean su mayor fuerte estético.
Es muy simple: Taretto no juzga. Logra que de verdad queramos a estos personajes. Pronto descubrimos que la cantidad de veces que los personajes de esta película dicen "boluda" es inversamente proporcional a lo boludas que las consideramos a medida que avanza la película. Con un tono muy lejos de ser burlón, logra que empaticemos con ellas al punto de que pronto entendemos que no nos estamos riendo “de” ellas, sino “con” ellas. Pronto entendemos que queremos que se vayan a Cuba, que podemos reír a carcajadas un minuto y querer llorar al próximo, cuando alguna de pronto se muestra vulnerable. Pronto entendemos que, como dijo Maricel Álvarez en una rueda de prensa, está perfecto que estas chicas tengan estas motivaciones.
No hay nada mejor para nosotros espectadores que encontrarnos en la piel de seis personajes con los que probablemente no tengamos nada en común. Es esta empatía el mejor regalo que nos da el cine, y es este verano violentamente caluroso que sentiremos quemándonos la piel en plena sala de cine el que nos regala Gustavo Taretto.