Llegar a ser mujer
Si siguiera viva y además estuviera en Buenos Aires, seguro Simone de Beauvoir recomendaría pasar algún viernes de febrero por el Malba para ver Las Lindas. Es que el ejercicio autobiográfico de Melisa Liebenthal que el año pasado ganó un premio en el Festival de Cine de Rotterdam y otro en el BAFICI ilustra con inteligencia, sensibilidad, honestidad, sentido del humor la teoría de la pensadora francesa sobre la condición femenina en tanto construcción social y cultural.
Liebenthal encontró la materia prima de su trabajo en fotos y videos hogareños que ella y sus amigas de la infancia tomaron y grabaron en tiempos de niñez y adolescencia. Alrededor de estos testimonios, giran la voz en off de la directora y las conversaciones que mantuvo y filmó con esas mismas chicas, a esta altura veinteañeras.
El pasado reciente recupera actualidad, e invita a reflexionar sobre el proceso que De Beauvoir definió con la célebre frase “No se nace mujer; llega uno a serlo”.
El maquillaje, la vestimenta, la sonrisa permanente, el cabello largo, el tono de voz, la depilación, la relación con los varones son algunos de los mandatos que la realizadora analiza como si practicara una vivisección, en este caso del estereotipo de la femineidad en el siglo XXI. Aunque rara vez abandona el uso de la primera persona, en singular y en plural, Liebenthal se las ingenia para evitar el riesgo que corren los films de este tipo: quedar atrapados en el pantano autorreferencial y despertar un interés limitado al círculo íntimo del autor.