La sonrisa no basta
La palabra lindo es un adjetivo calificativo, que por su término de calificar supone un standard o parámetro comparativo. No todo es lindo, esa es la primera conclusión que arrastra una pregunta y muchas respuestas ¿no todo es lindo en base a qué? Ahora bien, lindo no es sinónimo de bello porque en lo bello viene implícito un juicio de valor estético. La cultura y la estética dialogan y discuten de manera permanente cuando se habla, en términos semiológicos, de lenguaje y habla. El habla es la manera subjetiva e individual de entender el lenguaje, pero el lenguaje es aquello que nos condiciona culturalmente y eclipsa a nuestro habla.
En su carácter de ensayo y con una fuerte idea de autorretrato, la directora debutante Melisa Liebenthal transita desde el punto de vista dialéctico sobre estos dos pilares del lenguaje y el habla, aunque es este último término el que marca uno de los posibles itinerarios de la mirada para abarcar zonas ligadas a su propia experiencia, tanto individual como con sus amigas de infancia -hoy veintiañeras- con quienes atravesó distintas etapas de madurez pero siempre desde el lugar de observadora más que de protagonista.
Partir de premisas generales no siempre conduce a particularidades cuando pesan mucho más los protagonistas que aquello que dicen o comparten en cámara. En ese sentido, la materia prima de Las lindas no pasa por otro filtro que el de la propia autora, sumado su estrecho vínculo con cada una de las amigas que se reconocen en la memorabilia, con cierto tono de nostalgia y desde voces reflexivas sobre lo que transmite su propia imagen. Por eso el contrapunto entre la sonrisa del grupo de las lindas y la cara seria de Melisa, la sensación de no pertenencia camuflada de un descontento aún mayor, opera como recurso metalingüístico para replantearse la imagen como una construcción desde la mirada del otro. Aquí, ser linda no es lo mismo que sentirse linda; aquí, sonreír no es lo mismo que estar alegre. Primeros indicios de que la mirada ajena también nos determina. ¿Somos realmente lo que los demás ven o dejamos que descubran de nosotros?
La voz de Melisa, elemento indispensable que vino con un bagaje de conflictos (algunos resueltos, otros no) para su propia identidad, encuentra en el ensayo el equilibrio entre el tono confesional despojado del mero mecanismo catártico y la agudeza con sentido del humor del observador que abandona su protagonismo para crear el espacio en las historias de los otros. En esa área se reflejan -sin el efecto espejo- los condicionamientos y las obsesiones arraigadas con la cultura, los paradigmas de género y la constitución de la sexualidad y la amistad como parte de un rasgo de autoafirmación.
No obstante, Las lindas también conecta a la directora con su propia mirada sobre sí misma, su pasado, sobre su permanente juego de roles tanto sociales como mujer como culturales donde no encaja en ninguno de los colectivos convencionales.
La foto y la película, el instante y el proceso, el cuerpo y la mirada del cuerpo atraviesan el mundo de Melisa Liebenthal y Las lindas es un buen pretexto para repensarlo desde otro lugar y bajo otra urgencia.